Los motivadores de la Independencia / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión


Si los integrantes de la corte, todos quienes hacían la administración burocrática, no pasaban de ser astutos, audaces, adulones y gente de poca moral, pensemos en el tipo de conducta pública que traían como  soporte los comisionados que llegaban a América para proyectar el poder. He aquí el caso concreto:

El historiador Jorge Núñez explica que Carlos III envió funcionarios hacia América, entre los que vino José García de León y Pizarro a presidir la Audiencia de Quito entre 1778 y 1784. “Pizarro llegó a Quito con el título de Visitador-Presidente de la Audiencia…cuyo objetivo fundamental era -¡Oh ironías de la historia!- “modernizar al Estado” y desarrollar la economía metropolitana a costa de las colonias.” (Núñez, Jorge, Historias del país de Quito, Eskeletra Editorial, Quito, 1999, p. 95). La “modernización” aludida como ironía lo hace referencia al presidente “modernizador” Sixto Durán, involucrado en escándalos financieros. León y  Pizarro, ha servido de perfecto modelo de corrupción a muchos mandatarios que hicieron y hacen de las suyas una vez que asumieron y asumen el cargo. Estas palabras suyas parecen de ahora: “un mecanismo clave de esta política (…) económica fue el envío a las colonias de un grupo de duros funcionarios, encargados de sistematizar y endurecer el saqueo colonial…Con perversa eficiencia reorganizó y endureció el sistema de rentas, fortaleció los antiguos monopolios oficiales y creó otros nuevos (como los de aguardientes y tabacos), sistematizó la venta de cargos públicos y la asignación de tierras baldías, cobró inexorablemente las cuentas e impuestos adeudados a la corona, y reglamentó muchos aspectos de la vida pública, incluyendo el juego de naipes … El presidente anterior don José Diguja, había enviado a España en once años un total de 713.000 pesos. Pizarro remitió, en apenas cuatro años, 1´017.000, lo que equivalía a un incremento de casi el 400 por ciento anual en las recaudaciones.” (Núñez, p. 97).

Bien vale que como homenaje a su reciente e inesperada muerte (1 de 11, 2020) establezcamos los nuevos paralelos administrativos con que dejó infectados la esposa de León y Pizarro doña María de Frías y Pizarro: “Por su parte, su rapaz esposa, había establecido un particular sistema de enriquecimiento, vendiendo favores oficiales y cobrando a todo aquel que desease entrevistarse con su esposo” (Núñez, p. 98) exigiéndoles entrega de regalos. Uno de estos lo requirió al propio Cabildo quiteño que tuvo que obsequiarlo “un bastón con empuñadura de oro y un cuadro grande al óleo”.

También se cuenta que a su hijo José le hizo favorecer con becas y prebendas eclesiásticas: “A este muchacho lo hizo tonsurar para que el obispo Minayo, le adjudicara 70.000 pesos de capellanías y le asignara uno de los cargos religiosos más apetecidos, cual era la sacristía mayor de la ciudad de Guayaquil…” Más detalles se pueden leer sobre este curioso personaje y su familia, en mi libro Mazorra, las voces de mis calaveras (2009). León y Pizarro pasó por Ambato con rumbo a Quito, proveniente de Guayaquil, entre agasajos, desfiles, comilonas,  pirotecnias y sobornos previos; los que demoraron cosa de un mes. Esto fue preparado por Solano de la Sala y Baltasar Carriedo (Mazorra), protagonistas de la mayor masacre de indios de Tungurahua en la revuelta de San Ildefonso y la de los estancos. Adularon a León y Pizarro y pidieron que levantara una orden de confinamiento a los términos de Hambato, la que pesaba sobre Solano de la Sala que había huido de Santafé de Bogotá desfalcando a la administración de aguardientes. Además se reunió la fabulosa suma de 30.000 pesos extorsionados al vecindario para que se le levante el confinamiento y les de respaldo administrativo. Con estos pequeños ejemplos tenemos también una retrospectiva de los antecedentes que pueden estudiarse en torno a las motivaciones de quienes necesitaban autoadministrar conindependencia los privilegios del poder; así como la necesidad de libertad que debían procurar los sometidos a la mentalidad medieval con que se gobernaba en la colonia. (O)

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