Los dineros en política y en la ciencia / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Procuro escribir en este espacio temas de política vinculados con la ciencia, la historia, la filosofía, el arte o con cualquier otra rama del pensamiento humano con el fin de demostrar que el ejercicio de la política no es un hecho aislado sino que tiene estrecha relación con las diferentes fuentes del conocimiento, por lo que aquellos que ejercen la política deberían responderles a sus mandantes siendo coherentes con esa fuente cognitiva, creativa e histórica.

Por lo tanto, ejercer la política no es poca cosa -o no debería serlo- porque la ciencia y el arte de hacer política alcanzan la virtuosidad del verdadero servicio humanitario en el escalón más alto de altruismo, decencia y desprendimiento. Sin embargo, la política en nuestro país es exactamente lo contrario: caos, picardía, robo, mentira y engaño, con ejemplos a millares surgir sobre todo a partir de la década del 2007, pero a modo de botón mostraré solo uno en el que se evidencia el despilfarro de monstruosas cantidades de dinero en el manejo de la cosa pública, mientras que inversiones enormes en ciencia son usadas con responsabilidad, sensatez y prolijidad.

El Gran Colisionador de Hadrones (LHC por sus siglas en inglés) es considerada la máquina de experimentación científica más grande jamás construida por el hombre. Es un enorme túnel de aceleración de partículas ubicado en la frontera franco – suiza a 100 metros bajo tierra. A lo largo de los 27 kilómetros de este túnel circular, 9 300 imanes que miden 15 metros y pesan unas 35 toneladas cada uno, aceleran dos haces de protones en direcciones opuestas a velocidades cercanas a la de la luz. Trillones de protones dan más de 11.000 vueltas cada segundo al LHC, sí, once mil vueltas cada segundo, hasta los puntos donde colisionan, recreando así las condiciones iniciales del universo.

Para que el colisionador funcione perfectamente, debe también ser el frigorífico más potente del mundo alcanzando los 271 grados bajo cero gracias a las 10.000 toneladas de nitrógeno líquido y otras 120 de helio. Se debe conseguir además, que el interior del tubo de 25 metros de diámetro por donde viajan los haces de protones sea el lugar más vacío del Sistema Solar: no debe existir la más mínima partícula de aire.

Considere finalmente lo siguiente: Si juntásemos todos los cables de los imanes superconductores que hay en el LHC, podríamos ir y volver al Sol seis veces y todavía nos sobraría para ir unas quince veces a la Luna. Y, es tal la cantidad de datos que genera solo uno de los cuatro hangares del túnel que con esa información se podrían grabar cien mil CD’s cada segundo.

Esta brutalmente asombrosa máquina costó tres mil millones de dólares, y créalo o no, el gobierno de Rafael Correa pagó la mitad de ese valor por un desnudo, desértico y desolado terreno aplanado. (O)

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