Libertad disciplinada / Jaime Guevara Sánchez

No hay otra sociedad en la tierra que demande tanto del ciudadano individual como una sociedad libre. Todas las tesis relacionadas con el enfoque a los problemas y a las oportunidades de los próximos años están articuladas con las disciplinas de libertad.

A través de decisiones personales o de aquellos que elegimos para una función pública, nos restringimos nosotros mismos de hacer cosas que dañarían a otros. Es una paradoja, porque mientras más disciplina nos imponemos más libres llegaremos a ser.

Lo anterior podemos ver en ejemplos diarios. Nos restringimos para manejar por el lado derecho de la carretera, lo cual nos otorga más velocidad y más seguridad. Somos más libres porque estamos más limitados.

Lo anterior no significa que la conformidad y reglamentación son necesarias en una sociedad libre; nuestra fortaleza siempre vendrá de la emergencia de lo nuevo, de lo creativo. Es parte de los retos del hombre libre conocer y honrar la diferencia entre autodisciplina y regimentación.

El poder de los ciudadanos informados y comprometidos con una gran causa puede lograr lo que millones de dólares no pueden hacer. Aún más, en aquellas áreas en la cuales individuos o instituciones rechazan escuchar las demandas del público por una voz razonable, el gobierno tiene que tomar posición vigorosa. Veamos un ejemplo sobre el medio ambiente: el hombre debe ser libre para producir un artículo para el mercado. Sin embargo, su libertad termina cuando su fábrica contamina el aire, contamina el agua, destruye la belleza natural o afecta a quienes le rodean.

Los países acogen el concepto de que todos los hombres son iguales, son creados así, y deberían ser tratados bajo ese criterio por sus gobiernos. Lamentablemente, muy a menudo, el gobierno, en un nivel u otro, ha ignorado el bien, a largo plazo, de un segmento de su pueblo, prefiriendo engrandecer la ventaja política de otro, creando, por consiguiente, desigualdad de la peor calaña. (O)