La paz entre las Coreas / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

 

Que dos o más países que llevan en conflicto algún tiempo, luego de un -a veces largo- proceso de cabildeos, conversaciones y acuerdos diplomáticos se reconcilien y logren acuerdos para el cese de hostilidades, es ciertamente muy grato y habla bien de nuestra condición humana amante de la paz. Pero que dos potencias hermanas que llevan casi setenta años enemistadas, con guerras, muerte y permanentes amenazas para desatar una hecatombe atómica -la última solo hace semanas atrás-, de pronto, sin más ni más, se den la mano y se paseen juntas por el mundo orondas, orgullosas y muy decididas flameando la bandera de la paz, es simplemente inaudito.

Es lo que ocurrió la semana pasada entre las dos Coreas cuando el mundo vio atónito cómo el líder norcoreano, un joven regordete con un corte de pelo muy peculiar de nombre Kim Jong-un, caminó varios metros hasta la línea de cemento que separa las dos fronteras en la zona desmilitarizada ubicada en el famoso paralelo 38, donde lo esperaba con la mano extendida el líder surcoreano Moon Jae-in. A partir de ese momento, en que cada uno estrechó la mano del otro y mirándose a los ojos se sonrieron, no faltaron los gestos de amistad.

Confieso que miré varias veces los videos que protagonizaron los dos líderes coreanos en distintos escenarios y no lo podía creer. Pero aún más que eso, las declaraciones que dieron, sobre todo las de Kim Jong-un, quien siempre ha sido -tal vez por herencia- un personaje místico, hermético y ensimismado, como lo es su país y su gente que poco o nada conoce del mundo.

Imagínese usted que el actual presidente de Corea del Norte, dictador, heredero de la dinastía Kim, idolatrado como a un verdadero dios por su pueblo, como en su momento lo fueron también su padre y abuelo, odiador a muerte de los EEUU y de Corea del Sur, de ideología comunista y armado hasta los dientes con armas nucleares, diga de pronto muy convencido y poniendo de testigo al mundo entero que definitivamente la guerra no va más y que la carrera nuclear se ha terminado para la península coreana, resulta increíble.

No estamos en capacidad de juzgar el alcance de esta Cumbre histórica, sólo esperamos, al igual que millones de personas en el mundo entero, que no sean solo palabras, que en verdad la hasta hace poco inimaginable paz entre las Coreas llegue, se consolide y se quede por siempre, y que este hecho se constituya en referente y ejemplo de que cuando se actúa con determinación y buena fe lo imposible es posible. Sólo el tiempo lo dirá. (O)

 

 

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