La Ilíada y el legado del héroe

Columnistas, Opinión

La Ilíada es una epopeya griega, escrita por Homero, que narra lo ocurrido durante el décimo y último año de la guerra de Troya. Inicia cuando el semidios Aquiles, el mejor guerrero del ejercito griego, entra en cólera y decide no luchar más. Aunque al principio podemos tachar esta decisión como un capricho injusto, nos vamos dando cuenta de que en realidad hay un contexto más profundo que enriquece al personaje y de cierta forma lo humaniza dentro del mítico arquetipo del héroe. Ambos bandos de la guerra están repletos de legendarios guerreros cuyo legado se define por sus destrezas en el campo de batalla y sus destinos parecen estar marcados por la relación que tienen con los dioses del olimpo. Al encontrarse ausente del conflicto durante buena parte del relato, Aquiles consolida su legado de forma muy distinta al de los demás héroes, librando una batalla interna, cuya resolución determinará el futuro de Troya.

Desde el inicio sabemos que Aquiles debe elegir entre dos destinos inescapables: morir luchando y así alcanzar la gloria, o regresar a su reino y ser olvidado por siempre. Su abstención para luchar, muy a pesar de las graves consecuencias para los griegos, parece ser entonces un desesperado intento por retrasar la inevitable decisión. Finalmente, movido por la culpa pero aún sin estar dispuesto a pelear, permite a su amado compañero Patroclo aliar a los griegos, que están a punto de ser consumidos por el fuego troyano. Sin saberlo, esta es la decisión que pone al héroe en su momento más vulnerable.

Tras la muerte de Patroclo, Aquiles se consume en una terrible ira y arrasando contra los troyanos, cobra su cruel venganza contra el príncipe Héctor, el asesino de su querido amigo. Por un momento se vuelve cruel y cegado por su dolorosa pérdida, roba el cadáver de Héctor como trofeo. Una noche, lo visita a escondidas el anciano rey Príamo, quien le ruega desolado que le devuelvan el cadáver de su hijo Héctor. Es justo en ese momento cuando Aquiles abandona su cólera, reconoce en el viejo Príamo su propio dolor y en un acto de profunda empatía y humanidad, llora junto al troyano. Le devuelve el cadáver de su hijo y le promete doce días de tregua para que lo vele en paz. Consecuentemente el verdadero legado de Aquiles no se consolida por su gloriosa muerte, su temible fuerza o su linaje divino. Su heroísmo se define por su humanidad.  (O)

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