La horma del zapato / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Que fácil resulta opinar de la horma del zapato, cuando se tiene por costumbre desplazarse descalzo, para evitar el roce del juanete o la presión en el callo.

Así de gráfica y descarnada es la actitud de algunos personajes que, desde el rincón de la suposición, no se dan abasto para demeritar a ciudadanos que no son de su simpatía, línea política o registro de ilustrísimos a respaldar.

Llenan páginas, chats y mensajes de comentarios subidos de tono, mientras demandan consideraciones y respeto para algún desconocido, al que intentan posicionar como salvador, elegido o profeta. En cambio, para algún pecador plenamente identificado, cercano a su círculo, solicitan indulgencias, oraciones y perdón. 

El mundo global no guarda secretos y cuando estos, de rato en rato se divulgan y se comparten, son más dañinos que lengua de fuete. Habilitan a la memoria y generan conciencia. Consecuentemente traen a valor presente el inocente olvido y activan la visión y el recuerdo. 

Entonces el catálogo ancestral se remueve, los pecadillos afloran y las mentiras cobran vida. Se actualizan los escenarios, pululan los acreedores, las deudas impagas se ejecutan; y, las propuestas de días mejores, soluciones inmediatas y luz por sobre las tinieblas, no terminan de calar en el conglomerado social que, ni las escucha y menos las entiende.

En este ambiente, nada propicio para las ofertas de corto plazo y los compromisos de amor, fidelidad y respeto de largo aliento, indudablemente outsiders y caciques, disputan espacios y respaldos. Cual más, cuál menos, rompen su silencio, buscan alianzas y pasean «su inocencia y pulcritud a toda prueba».

Es la parte más digna del proceso. Lo que vendrá después es lo que preocupa.

Siempre habrá algún incauto que sucumba ante el cántico de la sirenas.  Pero ojo, mucho ojo con la «Medusa» que hipnotiza  y se apropia de cuerpo y alma hasta volverlos piedra.

Con seres mitológicos como ella, la voluntad se desvanece, la sana intención se tuerce y la sinceridad no es más que un anhelo a cumplir.

El Ecuador es un país de matices, de colores, de esperanzas, de causalidades y de sabias manifestaciones de su pueblo. Por eso, no necesitamos de un Perseo que venga del Olimpo y corte la cabeza de la mitológica política que nos aturde y arrastra.

Requerimos colectivamente de una agenda y de un lider que nos muestre el camino y que seamos capaces no solo de seguirlo, sino de confiar en él, de acompañarlo, de sugerirle opciones y fortalecer las decisiones que asuma en bien de todos los ecuatorianos.

Necesitamos también, según nos dejan saber otras respetables sugestiones, impulsar una consulta popular que nos devuelva la fe en el ordenamiento constitucional y ponga en vigencia la Carta Fundamental que nos regía desde 1998, con unos pocos ajustes puntuales, para reencausar los objetivos de la democracia, dejando atrás los inventos funcionales, que la obsesión y el autoritarismo, nos impusieron y tanto daño nos han causado en los últimos quince años.

Queda dicho. (O)

Deja una respuesta