“La esperanza”/ Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión



Todos conocemos que el mundo ha sufrido cambios radicales desde la visita de la pandemia. Estamos viviendo una verdadera tragedia humana, en la que se dibuja el dolor, la pobreza, la desesperación y la impotencia de vencer a tan feroz enemigo que ha alterado nuestra manera de vivir y pensar.

¡Que triste realidad!  Constituye un sacudón telúrico que ha puesto a temblar al mundo materialista, una tormenta que no da tregua; y, que nos va dejando grandes lecciones sobre la importancia de la vida para saberla vivir correctamente sin apartarnos de la riqueza espiritual que da paz y felicidad al hombre.

Estamos conscientes que la paz es un anhelo que se construye en lo más íntimo de nuestro ser “la paz en el alma”.  Es posible tener paz en la mente y el corazón, si somos fieles al evangelio de Dios, que vino al mundo cargado de “amor, fe y esperanza” para sus hijos.

Que importante es para los cristianos tener una conexión espiritual con Dios.  ¿Realmente lo conocemos? La Biblia dice: “Y si guardamos sus mandamientos, con eso sabemos que verdaderamente le hemos conocido” (1 Juan 2,3) Será maravilloso caminar por la vida terrenal si somos fieles a la palabra de Dios.

En todos los tiempos siempre ha prevalecido el deseo del enriquecimiento, lícito o no, en busca de una aparente “felicidad”. La fatiga por el trabajo, el multiplicar los negocios, aquella codicia insaciable de acumular bienes y riquezas; se convierten en el centro de sus vidas, ignorando la presencia del Señor.

La Biblia dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2,15). Lo que significa que debemos estar enlazados con los preceptos del Padre. “Pero lo malo de este mundo y de todo lo que ofrece, está por acabarse. En cambio, el que hace lo que Dios manda vive para siempre” (1 Juan 2,17).

¿Tiene usted esperanza en su corazón? La esperanza está en la palabra de Dios en llevar una vida llena de amor, solidaridad, hermandad y Fe. Hoy que estamos en la época del advenimiento de Jesús, anhelamos que more en nuestros corazones, en nuestros hogares y reviva en nosotros la esperanza de un mundo más entregado a las cosas espirituales que nos llevarán a la vida eterna.

Para los cristianos la tumba no es el final, ni la muerte un infortunio. Tenemos una esperanza gloriosa; la esperanza de la vida eterna. Y mientras transitemos por la vida terrenal, tenemos la esperanza de que vendrán días mejores, que Dios nace para todos y que jamás nos abandonará.

Jesús dijo: “la paz os dejo, mi paz os doy (…)  No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14,27). Confiemos en la esperanza que Dios nos da y saldremos abantes de este mal que nos atormenta. (O)

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