ISRAEL Y GAZA: ¿Qué sigue? 

Columnistas, Opinión

El conflicto entre Israelíes y Palestinos es uno de los más largos y complejos de la historia moderna, con raíces que se remontan al siglo XX y que continúan generando violencia y sufrimiento en su región. Este conflicto tuvo su origen principalmente en la disputa territorial y nacionalista sobre la tierra de Palestina, que culminó con la creación del Estado de Israel en 1948.

Desde entonces, la región ha sido testigo de numerosas guerras, conflictos armados y actos de violencia que han cobrado miles de vidas, tanto de civiles como de combatientes. Las consecuencias mortales de este conflicto han sido devastadoras, con familias enteras desplazadas, comunidades destrozadas y una profunda división social que parece no tener fin.

La violencia se ha manifestado de diversas formas a lo largo de los años, incluyendo ataques terroristas, bombardeos, enfrentamientos militares, entre otros. Cada una de estas acciones ha dejado un rastro de muerte y destrucción, sembrando más diferencias y la desconfianza entre Israelíes y Palestinos. 

La persistencia de este conflicto no solo afecta a Israelíes y Palestinos, sino que también tiene repercusiones a nivel global, alimentando tensiones regionales y avivando el extremismo en otras partes del mundo. Además, la constante pérdida de vidas y la falta de una solución sostenible, amenazan con perpetuar un ciclo de violencia y sufrimiento, el cual no se debe normalizar. 

Es imperativo que la comunidad internacional redoble sus esfuerzos para facilitar un diálogo constructivo entre ambas partes y promover un compromiso genuino con la paz. La resolución de este conflicto requerirá valentía, voluntad política y sacrificios de ambas partes, pero los beneficios de una paz duradera y una coexistencia pacífica justifican todos los esfuerzos.

Se debe poner fin a esta guerra, que ha causado sufrimiento y dolor a tantas personas inocentes. Es hora de que ambas partes reconozcan el derecho del otro a existir en paz y se concrete una solución que permita a ambas comunidades vivir juntas en armonía. Jamás debemos dejar de condenar enérgicamente la violencia y debemos tener claro que el costo humano causado por esta tragedia humanitaria, es inaceptable. (O)

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