Interconexión / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

La Medicina Tradicional Oriental para explicar la existencia de un sistema autorregulador interconectado en nuestro organismo, se basa no solamente en principios bioquímicos y neuro-inmuno-endocrinológicos, sino también en principios que encuadran perfectamente en lo que física y matemáticamente se llama “condición de polaridad”, y sabemos que tal condición tiene validez general en cuanto a todos los procesos naturales. Sistema autorregulador que de manera óptima es capaz de resistir las influencias que amenazan con perturbar su equilibrio. Una cierta clase de sistema holístico de control en el cuerpo. El análisis bioelectromagnético y lógico de este problema probado con sistemas de estudio actuales, dio como resultado que el sistema más simple que satisface estas condiciones es la existencia de cinco funciones primarias diferentes, en interacción matemática unas con otras, de manera que se comprobó un completo acuerdo con la antigua ley China de los cinco elementos. Habitualmente se escucha hablar de “elementos”, pero esto es una simplificación un poco burda porque evade lo de fondo: la vida es energía, la energía se materializa en estructuras, y se manifiesta en cinco movimientos energéticos básicos que se relacionan entre sí asegurando la posibilidad autorreguladora de los seres vivos y de la naturaleza en su conjunto.

Gracias al concepto de función podemos entender globalmente a una persona: sus “debilidades” emocionales y físicas, genéticas, epigenéticas y ambientales, es decir la forma en que tenderá a reaccionar ante cambios pronunciados del exterior, ya sean éstos de origen climático, alimentario, social, laboral, entre otros.

Estas correspondencias no necesariamente se asemejan a la “lógica” anatómica, ni biofísica, ni bioquímica, ni fisiológica convencional, así tenemos que: El hígado, que corresponde energéticamente a la vesícula biliar, tiene como órgano de los sentidos responsable al ojo, de los tejidos a los tendones y como emoción prevalente a la ira, de alma imaginativa (optimismo, impulsividad, agresividad activa), teniendo como expresión el grito. El corazón, vinculado energéticamente con el intestino delgado, se relaciona con la lengua, los vasos sanguíneos y su emoción es la alegría, de conciencia mental (emotividad, ansiedad, angustia, histeria) con la risa como expresión. El bazo/páncreas conectado energéticamente con el estómago   se relaciona con la boca, los músculos y su emoción predominante es la obsesión, de ideas reflexivas (manías, preocupaciones), de expresión el canto. Los pulmones en cíclica circulación energética con intestino grueso se relacionan con la nariz, la piel, el vello y su emoción es la tristeza, de espíritu fluido (pasividad, calma, abulia, pesar), el sollozo como expresión. Los riñones relacionados energéticamente con la vejiga, el oído, los huesos, tiene como emoción gobernante el miedo, de voluntad brindada (inquietud, ansiedad, depresión, desinterés), con el gemido como expresión característica. Y así mucha riqueza informativa de la heredad oriental de más de 4.000 años imposible de resumir.

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