Inseguridad e incertidumbre / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

La reacción inmediata cuando alguien o algo nos provoca dolor y sufrimiento es pensar si la vida ya nunca más será como antes, la sensación de perdida nos agobia hasta el punto de no importarnos nada, el miedo, la rabia, la desesperanza hace que la armonía y las ilusiones se despedacen. El aturdimiento da paso a las primeras lágrimas de pena. Luego surgen nocivas y poderosas emociones de ira, tristeza y miedo profundo. Pero el sufrimiento nos obliga al final a actuar ya sea para sanar o cobrar venganza revanchista, entonces se abren muchas posibilidades: O perpetuamos el sufrimiento o lo aliviamos, o nos resistimos a ver imágenes negativas una y otra vez alimentando el resentimiento, la crítica, la culpabilidad, provocando desarreglos emocionales progresivos  con amenaza de la seguridad y bienestar emocional y físico  o reconocemos la necesidad de seguridad y protección  para salir y asumir los desafíos que aporten para los cambios deseados.

Todos y cada uno de nuestros pensamientos tienen el poder de herir o sanar, entonces si ponemos nuestra sabiduría al servicio del alma, los pensamientos, actitudes, sentimientos y acciones se identificarán como protectores y potencialmente sanables. 

En situaciones de riesgo emocional, social, y/o espiritual el muro protector es el perdón, de otro modo la frustración, la ira, el sufrimiento, la lenta superación de una decepción, la falta de esperanzas de cambio, nos dañaran a todos nuestros niveles: el físico (tensión, enfermedad), el consciente (lo que sentimos, lo que pensamos, lo que hacemos o decimos), el preconsciente (sentimientos y actitudes profundas), el subconsciente (represión de experiencias anteriores) y la parte más sabia de nuestro interior: el inconsciente, que es la que nos ayuda a resolver los conflictos  y a autorrealizarnos, claro, pero si nosotros lo permitimos con un verdadero interés  de que cambien las circunstancias, alimentando la disposición a renunciar a una imagen irreal e inexistente (el pasado), apartándonos de las dañinas conversaciones cargadas de negatividad y malicia, identificando a familiares bien intencionados y verdaderos amigos que nos ofrezcan consuelo. Tristeza, dolor, reproche, cólera, resentimiento y hasta a veces venganza genera un reducto de dureza, una aferradora e implacable negativa a renunciar al ayer y se instalará en el presente. 

El creer en el amor al prójimo nutre al cuerpo emocional, toda creencia positiva anula una negativa, rompe el círculo vicioso de la negación y el sufrimiento. La mente es un instrumento que lo podemos usar y controlar de cualquier manera, los pensamientos de antes ya no tienen que estar, los pensamientos futuros aún se están formando, lo único que podemos y debemos controlar es el pensamiento presente, solo así nos sentiremos magníficamente, es el instante en que nos damos cuenta de que no estamos siendo víctimas impotentes de nuestros propios pensamientos, sino que somos los dueños y gobernadores de nuestra propia mente.

Estamos viviendo en una nueva realidad llena de inseguridad e incertidumbre, debemos adquirir ciertos comportamientos y sistemas de protección mental si no queremos llenar los consultorios médicos con los cuadros que están acompañando a esta confusa pandemia y que se llaman Trastornos de Ansiedad y/o Depresión. (O)

Medicina integrativa oriental

Deja una respuesta