Humanidad errante / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

 

 

A medida que la población de los países industrializados creció se tornó más movible. Mucha gente cruzó fronteras y océanos para dirigirse a tierras extrañas. La más grande mudanza fue a América del Norte, América del Sur, África, Australia y Nueva Zelanda.

Este movimiento incrementó su ritmo después de 1870. Entre 1870 y 1900 más de diez millones de personas dejaron Europa para trasladarse a un solo país, Estados Unidos. Una emigración tan masiva no tiene parangón en la historia de la humanidad.

La mayor emigración fue de países de condición económica muy pobre como Irlanda e Italia; o de países donde grupos minoritarios ejercían opresión sobre pueblos como los judíos, armenios y eslavos.

La tendencia general de la emigración fue hacia países escasamente poblados, con nuevas industrias que crecían rápidamente y demandaban mano de obra. Los salarios más altos del nuevo país estimularon la emigración.

La inclinación de alejarse de Europa continuó aun después del año 1990, terminada la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, muchos países, especialmente Estados Unidos, empezaron a cerrar sus puertas a los inmigrantes. Ante tal situación, un gran número de emigrantes se dirigieron a América del Sur cuya población creció, se duplicó entre 1900 y 1930.

Desde el inicio de la vida humana en la tierra, aparecieron dragones humanoides que invadieron territorios, esclavizaron a tribus y pueblos, saquearon riquezas ajenas, crearon imperios exclusivos. Cuando la evolución política, las guerras y revoluciones establecieron países con fronteras casi definidas, aparecieron políticos policromados, ambiciosos con ponencias y actitudes demenciales, creadores de dictaduras sanguinarias, opresores de pueblos.

Hoy, podríamos decir que vivimos una variedad de esos tiempos. El campo político es escenario de ambiciones insaciables. Sigue existiendo un porcentaje lacerante de hombres y mujeres que tienen que emigrar de su tierra natal en busca de pan, abrigo y educación para sus descendientes. No obstante, debido al crecimiento poblacional sin límite alguno, a la realidad territorial y desarrollo limitados el mundo actual no es el mundo del siglo diecisiete… La violencia de hoy se ha constituido en crimen tecnificado, lamentablemente.

Hay, entonces, que vivir realidades. Ecuador, por ejemplo, país territorialmente pequeño con limitaciones concomitantes, no puede constituirse en el salvador del mundo y recibir emigrantes al por mayor; mientras sus connacionales buscan trabajo en España y otros países. (O)

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