HUAYRAPUNGO / Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión

“Al escribir la historia no solo elegimos lo que recordaremos, sobre todo decidimos lo que olvidaremos, porque no nos conviene. Todo depende entonces de quien recuerda, de quien elige recordar y de quien olvida” (Sarmiento y Andrade, 2013).

Hoy la protesta es silenciosa, pero sigue teñida de rojo y huele a hierro de la sangre de Roldós, Torrijos, Hoyos, Rodríguez; mientras el viento indolente cubre a una juventud con polvo corrosivo de desesperación pues no encuentra trabajo y debe atravesar fronteras embotellando lágrimas y jabón, lavando parabrisas por monedas y calmar el hambre de los niños que juegan a esquivar canallas sin conciencia política.

Es imposible para la historia, redactar en pocos párrafos conservando la prudencia y al mismo tiempo expresar asertivamente y con aplomo ante los actuales políticos y el show de asesores títeres lambones, que ensucian la imagen de una sublime herramienta, concebida en pos de la equidad social y el porvenir del pueblo.

Investidos de fugaz autoridad, expertos en “coyuntura política”, mal obrado eufemismo de padrinazgo, pandilla o caterva; políticos que ignoran el concepto de política, porque solo han llegado con la finalidad de servirse del poder y beneficiarse a costa del humilde hasta una próxima transición enmarañada en hilos de seda democrática, magnífica oportunidad para ingresar a las mancebas del pseudo caudillo a las planillas del erario.

“Pan, libertad y democracia” es la utopía del Ecuador, un país en donde urge un cambio sin demagogia; un cambio tangible donde el ciudadano forje su destino sin rogar misericordia al gobernante de turno.

La nación intenta olvidar el espectro nefasto del plan cóndor, mientras las viudas sollozas buscan una respuesta a los pies del Huayrapungo. Vigilante la resistente América Latina espera con fe que la reina del sur se levante a través de las nuevas generaciones que luchan desde sus trincheras a fin de generar hermandad en un abrazo latinoamericano. Una voz para Ecuador en América Latina, y una voz de América Latina en el mundo” (J. Roldós).

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