Hijos de la serpiente / Pedro Reino

Columnistas, Opinión

Hijos de la serpiente / Pedro Reino

Mira cómo baja el río. Se llama Pastaza, afluente de la amazonia. Sentémonos sobre estas piedras para poder hablar. Algunas veces he tenido que hacerme escuchar de las culebras. Ellas siempre se me ponen a prudente distancia. Deben lastimarles  las repugnancias del hombre. Tal vez  mis palabras les suenen a música peligrosa.  Pero debo decirte que otras veces,  bien que me han quedado oyendo, del mismo modo como habrán tenido que oír  los arrebatos de Adán y Eva después que le acusaron de ser la causante de su expulsión del paraíso. Ellas saben que son el símbolo del poder que tiene alguna culpa original.

¿Has pensado que los hombres más sabios pueden ser víctimas de la astucia? Por eso las culturas del mundo adoran las serpientes. Mejor dicho, les hicieron que los débiles las convirtieran en diosas para que las adoren. Sin astucia no hay poder. ¿Te das cuenta quiénes pueden ser hijos de la serpiente?

Las culebras son así por todos lados. Tienen achatada la indiferencia en su cabeza. Se enroscan o se extienden sobre las hojas de heliconias para camuflarse y poder escuchar todo lo que a veces se piensa en voz alta. Creo que nos tenemos mutuo respeto. A veces creo que las culebras se alargan creyendo en palabras ajenas,  y crecen con el veneno de los otros.

Te dije que creo que nos tenemos mutuo respeto: yo les tengo miedo a su silencio. Yo sé que ellas hablan con el veneno. Muerden por auto convencimiento. Una conversación con ellas siempre termina en la muerte, la que ellas comprenden  está más allá del bien y del mal, como pensaba Nietzsche.

Mi vecino me ha prohibido que yo siembre heliconias en el lindero porque dice que son las plantas preferidas de las culebras. Ellas se camuflan en la belleza. Yo las he visto sacarme su lengua desde los cogollos de esas flores que me ilusionan. Son formas de advertirme que me prepare para el miedo. Ya no les hago caso. Me consuelo rememorando a la gente que me ha insultado en mis descuidos. Las culebras se burlan de la velocidad instintiva de la gente y son felices camuflándose de acuerdo al lugar en donde viven.

Siempre que he querido tomarles una fotografía en esos trances, ellas saltan con tanta agilidad a los matorrales, que me hacen pensar en que no les apetece la publicidad, porque saben que todo el mundo evidencia la repugnancia con la que les marcaron desde la Creación  para que  compartieran nuestro mundo. Las culebras menosprecian el ego  ¿Por qué será que las mujeres son las que más odian a las culebras? Una forma de medir en  un hombre su porción de alma femenina es por el grado de pánico que les producen estos bichos que ejercitan la metáfora de la espiral de la vida. Recuerda que el veneno es una verdad absoluta.

Ven y siéntate. Si tienes suerte, se nos aparecerá alguna de las culebras verdes y largas que a veces están colgadas de las ramas. Arrastrándose en la tierra he visto a las corales y a las que llaman falsa coral. Son negras con rojo y amarillo. Me parecen hermosas. En sí, lo son. Todo grado de hermosura tiene su peligro. La belleza, como es una cosa que atrae, puede atacarnos con el veneno de lo falso. El desencanto es la muerte. Las culebras son expresiones de la vida y advertencias para nuestros sentidos. La selva te enseña, pero si te descuidas, no perdona. (O)

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