Gratitud

Columnistas, Opinión

A veces la Patria exige de nosotros su aporte más directo y a nombre de ella su pueblo pone en nuestras manos una responsabilidad. Entonces es cuando nuestra filosofía y nuestras doctrinas e ideales son sometidos a prueba. El teórico cede su paso al pragmático, al realizador, al servidor, en definitiva.

No todos tenemos el privilegio de recibir encargos de esa índole, porque los más tienen que sufrir, luchar, contribuir con sus impuestos y sacrificio, para que los menos, en representación  de aquellos, se ocupen de hacer la felicidad  de las mayorías. Este y no otro es el significado de la gestión pública: emplear todas las iniciativas, energías, acción y  fervores en beneficio de la colectividad. El pueblo es el supremo mandante, sus mandatarios tienen el sagrado deber de velar por su convivencia y subsistencia. Y en ello no hay mérito alguno. El deber es deber y nada más.

Ya lo recordamos en un mensaje anterior. El País había sufrido una de sus más grandes crisis, como consecuencia de una nefasta dictadura. Había que buscar las soluciones más eficaces y enérgicas para salvarle de la hecatombe. En el plano nacional, en el provincial, en el seccional. Pues todo estaba corrompido y amenazaba la disolución.

A varios de nosotros, que nos comprometimos limpiamente en la gesta por la restauración jurídica y ética, nos correspondió demostrar que también teníamos fuerza y fe para construir, para sumar voluntades positivas encaminadas hacia la bienandanza del pueblo ecuatoriano.

Desde la Dirección del Departamento de Cultura  de la Municipalidad se deberían emprender gratas y nobles tareas, sembrando inquietudes, orientando el quehacer  intelectual y artístico, estimulando  a nuestro pueblo hacia sus metas de redención, es decir prodigando bienhechoras enseñanzas que caigan en tierra exuberante. 

Este paso brevísimo ha creado una corriente magnánima en los diversos sectores populares,  que a través de múltiples expresiones revelan que acogieron el mensaje. Voces constantes hieren a veces la modestia de quien no persiguió otro objetivo que servir apasionadamente al pueblo.

Se debería insinuar a la radio, televisión, redes sociales y periódicos privados y públicos que demuestren su gallardía cabal, analizando y elogiando toda aventura, acometida desde el ayuntamiento Municipal que es el centro de la cultura de nuestra ciudad. (O)

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