FORMAS DE MATAR A UN HIJO / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

¿Quién en sus cabales va a pretender hacerlo? Matar a un hijo es más allá de una barbarie, un hecho desquiciadamente aberrante. ¡Pero ni siquiera queremos que les pegue un resfriado, por Dios! ¿A qué viene semejante estupidez?

Pero usted como avisado lector, ya habrá advertido que no me refiero a la muerte física, sino a matar a un hijo en vida, es decir a asesinar su futuro, sus ilusiones, su felicidad, por lo que este tipo de crímenes se cometen con más frecuencia y naturalidad de lo que imaginamos; como cuando los convertimos en fracasados por el acoso permanente en casa recordándoles todo el tiempo que lo son; o cuando los volvemos inútiles (o como yo los llamo minusválidos funcionales) con edad suficiente para independizarse pero aún viviendo con sus padres y/o exigiendo su mesada; o al transformarlos en femicidas o en padres violentos por los abusos recibidos en su niñez; o al hacerlos borrachos o drogadictos por falta (o exceso) de disciplina; o incluso, al combinar siniestramente varios de estos elementos provocando el aparecimiento de políticos deshonestos que luego se fugan; y finalmente, al crear bobos sin amor propio ni dignidad que les creen y votan por esos políticos ladrones.

Hasta ahí todo bien, es más, supongo que estaremos de acuerdo, pero ¿alegrarse y festejar la muerte física de su propio hijo, celebrar su verdadera defunción?, eso sí que es enfermizo. ¿O no?

Algunas comunidades de negros mantienen rituales funerarios bastante curiosos a la muerte de un hijo. Es, como dice Martín Caparrós en su obra Ñamérica, una alegría mezclada con tristeza. En su cultura cuando se muere un niño, sus padres, sus hermanos, sus primos, los amigos se sientan toda la noche en ronda con el cuerpito en el medio y juegan con él: lo levantan, le cantan, le hacen monerías, se regocijan por su suerte. Es una despedida llena de alegría. Se llama gualí o chigualo. Es que cuando se muere un niño hay alegría porque antes los negros africanos cuando se les moría un hijo decían qué bueno que no va a ser esclavo, no va a tener esta vida que tenemos. Morirse para ellos es liberarse. Y ahora, aunque ya no sean esclavos, para muchos negros la vida no es nada fácil, además para los padres es un privilegio que Dios elija a su hijo para llevárselo con él tan temprano.

De hecho, por lo general la vida no es fácil para nadie, será por eso que los ritos funerarios tanto para los hijos que mueren en vida como para los del chigualo se parecen en mucho, solo que en el primer caso son los mismos padres los asesinos los cuales viven, sin saberlo, un tristemente alegre funeral por siempre inacabado.

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