Eugenio Espejo, un paradigma nacional /Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión



Hace 274 años el 21 de febrero de 1747 nace en la ciudad de Quito, Francisco Xavier Eugenio de Santa Cruz y Espejo; hermano de Juan Pablo y Manuela Espejo, sus padres María Catalina Aldaz (quiteña) y Luis Chusig (indígena peruano de Cajamarca, que luego cambiará su nombre a Luis Espejo).

De acuerdo con investigaciones realizadas por Miguel Ulloa, coincidiendo con algunos historiadores, el propósito de su vida fue integrar lo indígena con lo blanco, desde lo indígena; lo cual lejos de ser acogido fue rechazado por criollos e hispanos.

Se graduó en prácticamente todas las carreras universitarias impartidas en su tiempo, fue periodista, teólogo, abogado, pero fundamentalmente médico cuya profesión la tomó como inspiración de su padre a quien lo habría ayudado en algunos momentos.

Estudia medicina en la Universidad de Santo Tomás, pero cuando va a recibirse, el tribunal juzga soterradamente que no es prudente dar ese título a un indio; así las cosas, le ponen todos los obstáculos posibles, pero el conocimiento del examinado los supera y lo único que consiguen es obligarlo a un año de práctica y residencia previa.

Se dice que fue tan brillante como médico, que en más de una ocasión sus propios detractores y enemigos, llevaron sus casos de enfermedad cuando la situación era desesperada.

En uno de sus trabajos y rebasando el conocimiento aceptado de la época, se lee: “Existe un mundo diminuto que sobrepasa el poder de nuestra vista, pero que actúa en el ser humano: son gérmenes, que no sólo viven en el agua y los alimentos, sino también en el aire y con el aire que se respira penetran en el organismo y ocasionan enfermedades…”

Además, manejaba perfectamente latín y francés, lo que le sirvió para ser uno de los canales más importantes hacia la Audiencia de Quito de las nuevas ideas de la Ilustración europea y los postulados de la Revolución Francesa.

Es impulsor del primer periódico y difusor cultural: “Primicias de la Cultura de Quito”. Con Montúfar, Quiroga, Salinas, Morales, entre otros, forman la “Sociedad patriótica de amigos del país de Quito”, son 25 miembros que se reunían semanalmente para analizar los diferentes problemas de la Audiencia.

Son muchos los que recibieron su saber y, de hecho, configuró las ideas de las filas criollas al punto que catorce años después de su muerte, se iniciaba el proceso de independencia con los eventos del 10 de agosto de 1809. Sin embargo, en el momento mismo de su fallecimiento provocado en diciembre de 1795, la mayoría lo abandonó por miedo a represalias.

Gracias a los méritos de su padre, su nacimiento había sido inscrito en el “libro de Blancos”, pero cuando fallece y después de una vida marcada por fuertes confrontaciones con quienes buscaban mantener el statu quo de una sociedad que demandaba grandes cambios, su nombre termina siendo registrado en el “libro de Muertos donde se asientan los Mestizos, Montañeses, indios, Negros y Mulatos”. (O)

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