ES MOMENTO DE IR CERRANDO EL AÑO / Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Hemos iniciado el último mes de este 2022 y con ello nos encontramos en el momento adecuado para empezar a cerrar de la mejor manera este ciclo, que nos trajo cosas buenas como cierta reactivación económica del país después de dos años de una dura pandemia, pero también otras negativas como la tremenda falta de seguridad ciudadana.

En lo individual, conviene finalizando estos casi doce meses, darnos un momento para revisar qué es lo que logramos y en qué nos quedamos a medio camino; recoger aquellas experiencias que nos dieron claridad suficiente para continuar trabajando en lo que supimos hacer bien, tanto como aquellas otras que nos hablan de evitar senderos errados.

Como quien hace un informe de evaluación, examinemos qué ocurrió en nuestras vidas durante este 2022 que está por fenecer. Cuáles fueron nuestros mejores logros, qué mantuvimos y también de qué nos despedimos, pues sólo así sabremos cómo llegamos al punto en el que nos encontramos hoy.

Hay que recordar que sea como fuese, la diferencia la pone cada uno como protagonista de su propia realidad, procurando además que nuestra existencia no dependa sino de uno mismo, sin intermediarios que generalmente traban nuestra realización individual.

Recoger en estos días lo válido y desechar lo innecesario, pulir nuestras herramientas, ordenar los espacios, observar en silencio la naturaleza y alistarse a vivir días nuevos, que tendrán que ser no sólo nuevos sino mejores.

Todo lo que existe tiene un principio y un fin. El tiempo no es lineal, nuestras experiencias de vida son espiraladas y, el futuro es un movimiento circular proyectado en ese sendero de la continuidad donde lo que muere sirve de nacimiento para la repetición del mismo ciclo. 

Culminar una etapa implica un recuento, un revisar de nuestros actos y nuestros logros, aprender de los fracasos y enorgullecernos de los triunfos. En nosotros como en la naturaleza, la semilla necesita morir para dar paso a otro ciclo de vida en la que será una flor y después un fruto.

Cada vez que termina un año, de alguna manera tomamos conciencia de que existe un ritmo de vida en nosotros y en todo lo que nos rodea, antiguas tradiciones de la humanidad como el hecho de que el universo mismo es un ser vivo y nosotros somos parte de él.

Esta conciencia de vida evita mecanizar nuestra existencia donde todos los años son iguales y nos que da lo mismo el día en el cual nos encontremos, que a la final se trata de 24 horas y nada más.

No todos los años son lo mismo ni son los días iguales porque a pesar de tener similar duración, la intensidad con la que se vive cada momento marca la diferencia y conforma el recuerdo en nuestra memoria.

Cada comienzo a su vez es la posibilidad de proponernos nuevas promesas, de comprometernos a nuevos hechos y de tratar de mejorar en relación general al período anterior.

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