Enseñanzas electorales / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



Al menos dos cosas muy interesantes nos ha enseñado esta última contienda electoral. Una de ellas, y tal vez la más valiosa, es la que nos recordó el candidato Guillermo Lasso, quien más allá de afinidades políticas o no, deja una enseñanza de coraje inquebrantable, mentalidad positiva y actitud ganadora que muchos ecuatorianos bien podríamos (deberíamos) replicarla en nuestras vidas.

Lasso dijo algo clave cuando por varios días estuvo tercero en el conteo oficial: “Esperemos hasta el (final) 100% de las actas.” La tendencia era clara, Yaku Pérez, que estaba segundo, día tras día iba separándose de Guillermo Lasso, quien a su vez, sabiendo que quedaban apenas un par de puntos porcentuales para ese 100% y con una tendencia sostenida en favor de Pérez, nunca se dio por vencido ni aceptó la derrota, sólo pidió tiempo y paciencia.

Es más, muchos ya dimos por hecho que el segundo finalista era Yaku, tanto así, que el ala anticorreísta comenzó a ver virtudes escondidas en Pérez que podrían incluso ser mejores que las de Lasso para ganarle a Aráuz en segunda vuelta, por lo que los lassistas en un acto íntimo de constricción se lamentaron por él y volvieron sus ojos al candidato con más posibilidades de acabar con el correísmo. Más, de pronto, cuando faltaba menos del 1% de actas, otro revés, Lasso remonta a Pérez y vuelve a estar segundo. Finalmente, y en tan solo unas horas con el 100% de actas procesadas, Lasso lo supera con 36 décimas, quedando como virtual finalista.

Y así, en función de esa enseñanza, diríamos que con Aráuz y el segundo finalista tampoco está nada dicho. Y es que la democracia está lejos de ser axiomática porque no están en juego cuestiones frías y predecibles como los números, sino emociones y sentimientos de millones de personas que pueden en un momento dado ratificar o sorpresivamente torcer una realidad que damos por sentada. La lección: hay que pelear siempre hasta el último aliento.

La segunda gran enseñanza es que el populacho, que muchas veces pone presidentes, se reciente grandemente cuando se meten con sus ídolos de farándula. Al involucrar presuntamente a los Bucarám en el asesinato de Efraín Ruales, lo cual tiene su lógica, esto pesó muchísimo más que los graves casos de corrupción que soporta esa familia. De lo contrario, si el estruendoso repudio en las urnas al candidato Abdalá Bucarám habría sido únicamente por la corrupción bucaramista, se ha preguntado ¿por qué la gente no castigó igual a Correa y los suyos siendo estos de la misma calaña? (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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