En “son de guerra” / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Si piensa que sólo las cosas negativas son estresantes tiene una idea equivocada de lo que es estrés. No hay que confundir el estrés con el miedo, el estrés prepara al organismo para una intensa actividad de movimiento haciéndonos pensar más rápidamente y actuar con mayor fuerza y energía. Para el cuerpo, la palabra estrés tiene un significado mucho más amplio, es sinónimo de cambio, bueno o malo, alegre o triste. Miedo a morir durante la pandemia, hablar en público, hacer una declaración de amor, recibir un aumento de sueldo, perder el trabajo, esperar el resultado de un examen, se le poncha una llanta, pleitos, desacuerdos o conflictos que causen cambio en la vida, como separación, muerte de la pareja, aún los cambios imaginarios (las preocupaciones como el temor a que no le alcance el dinero para la renta, etc.), las tensiones físicas y mentales que se siente cuando nos enfrentamos al peligro, cualquier cambio de rutina cotidiana, cambio en la salud, las alergias, exigirse demasiado de uno mismo, trabajar o divertirse más de 16 horas al día reduciendo el tiempo de descanso, tomar responsabilidades por acciones de otros, factores medio-ambientales (demasiado frío o calor), los cambios hormonales, sexuales de la pubertad, el síndrome premenstrual, el postparto, menopausia., entre otras son situaciones que generan estrés.

No es sencillo, en pocas líneas, esbozar el complejo mecanismo psico-neuro-inmuno-endocrinológico que comprende el sistema general de adaptación que produce el organismo para enfrentar el estrés, pero podemos resumir que, los emocionantes descubrimientos de los mensajeros químicos cerebrales comenzaron en 1977, los “mensajeros alegres” (serotonina, noradrenalina y dopamina) que regulan el reloj interno y los ciclos del sueño, nos hace dormir bien,  despertar con energía, controlan la temperatura corporal, regulan el centro del placer y la producción de endorfinas que son nuestros anestésicos naturales. Los “mensajeros tristes” (inhibidores de los alegres) que nos generan depresión, ansiedad, angustia, palpitaciones, cansancio, insomnio, múltiples dolores, falta de energía, y hasta ataques de pánico. El equilibrio funcional de estos mensajeros hace que nuestra vida se desarrolle con normalidad y salud. Adicionalmente, el cuerpo produce una hormona vital llamada cortisol, que es la principal combatiente del estrés. Cuando la secreción de cortisol es alta nuestro organismo se encuentra en “son de guerra” y disminuye cuando la persona se relaja o se prepara para dormir.

Todos hemos experimentado un breve episodio de disfunción de estos mensajeros, pero una buena parte de la población se siente estresada todo el tiempo.

Cada uno de nosotros heredamos una cierta capacidad para producir y utilizar los mensajeros alegres del cerebro (tolerancia al estrés). Mientras la persona pueda producir suficientes mensajeros alegres que contrarresten el estrés de su vida, encontrará que éste puede incluso ser divertido, excitante y retador. Pero si la cantidad de estrés se acumula por factores de nuestro entorno, ya sea, laborales, familiares, personales, conyugales o problemas sexuales a tal grado que nuestros mecanismos de resistencia al estrés flaquean, el individuo presentará sobre estrés. (O)

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