El tumor de la mentira / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



Cuando alguien practica algo con mucha frecuencia suceden dos cosas: 1) se vuelve un hábito y 2) lo llega a dominar. Depende el enfoque que se le dé a estas prácticas puede traer consecuencias positivas o negativas. Como ejemplo, si una persona tiene como práctica frecuente alimentarse de comida chatarra, ésta se habría vuelto un hábito dominando su vida hasta convertirlo en un obeso esclavo de la grasa; por el contrario, si alguien tiene el hábito de hacer ejercicio todos los días y mantenerse saludable, este hábito igual dominará su vida al punto que lo hará así sea que llueva, truene o relampaguee.

De la misma forma, hay gente que tiene como práctica común el mentir, algunos a niveles patológicos en los que a fuerza de costumbre llegan incluso a convencerse ciegamente de sus propias mentiras, es decir, ya no es solo un hábito, sino que ahora la mentira domina su vida, alejándolo completamente de la realidad.

Entre otras, Rafael Correa, expresidente del Ecuador, sufre de esta dolencia y por lo avanzado de su patología dudo que sea algo reciente. El tumor de la mentira ya ha hecho metástasis y poco se puede hacer. Es un enfermo crónico, aunque no terminal. No puede entenderse de otra manera si durante los 14 años de vida pública ha habido infinidad de pruebas que demuestran su deplorable estado de salud, si bien con mayor evidencia durante los últimos meses en que la justicia ecuatoriana en tres instancias prueba hasta la saciedad su culpabilidad directa e incontroversial en el caso Sobornos 2012-2016 condenándolo a 8 años de prisión por cohecho. Y él simplemente se limita a mentir diciendo que es persecución política. Es, ni más ni menos, como si a un arranchador lo agarra la policía y le encuentra en su bolsillo el celular que acaba de robarse, pero el delincuente niega enfáticamente que lo haya sustraído.

Con un enfermo cualquiera tenemos la responsabilidad de cuidarlo, protegerlo y velar por su pronta recuperación. Con enfermos como Correa tenemos también la responsabilidad pero de denunciarlos, perseguirlos y castigarlos porque no son un enfermo cualquiera, son un cáncer para la sociedad, y es que como versado artista de la mentira, su inmundicia y fetidez afecta gravemente a toda una sociedad que sufre los estragos de sus hedores, y lo que es peor, gracias a su extraordinaria habilidad y dominio en las finas artes del engaño popular, puede anidar la duda en las mentes de algunos ecuatorianos que aún creen en un vulgar mitómano compulsivo. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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