El SI o el NO 

Columnistas, Opinión

En el siglo XXI, en un hermoso, intercultural y megadiverso país, pero sumido en la desinformación y muchas veces en la ignorancia, por suerte aún no colectiva,  se decifran alternativas de crear el desarrollo soñado que mejore realmente condiciones de vida de sus habitantes.

Cuando el pueblo no se entera que en él radica la soberania, que en sus manos está el poder de decidir quien dirige los hilos de su presente y futuro sostenible o insostenible, cuando no se da cuenta el poder colectivo que en esa ciudadanía está la consecuente o inconsecuente co-responsabilidad de decidir quien maneja la organización del poder que necesitan en comunidad, cuando el pueblo en su conjunto no se interesa por la política porque en el imaginario colectivo está que si hablamos de política hablamos de corrupción y que no debemos vincularnos en eso porque no somos corruptos, cuando el pueblo se interesa más en conocer sobre estrategias marketeras que le ayuden a cada individuo a crecer en sus seguidores de redes sociales más que compartir libros entre si, cuando el pueblo piensa que está de moda obedecer un sistema internacional que sólo quiere explotar los pocos recursos naturales que le quedan al primer pais biocentrista que reconoció a la naturaleza como sujeto de derechos, pero que, una década después de haberlo hecho, no encuentra aún la seguridad jurídica y económica de aplicar la tutela judicial efectiva en favor de los derechos del desarrollo sostenible que acarrea el cumplimiento de los derechos de la naturaleza a mediano y largo plazo, derechos reconocidos en favor colectivo pero en detrimento a todas las concesiones de empresas mineras y petroleras extranjeras que tenemos en Latinoamérica y ahora también en Ecuador.  

Entonces qué podemos esperar del Si o el No en una consulta popular que le cuesta al Estado ecuatoriano alrededor de 60 millones de dólares en una crisis económica creciente, en una inseguridad ciudadana que da pánico colectivo cada noche, en una parodia política dentro de la Asamblea nacional representada por ciudadanos que al sentarse en sus curules se olvidan de sus responsabilidades con sus electores porque no tienen ni idea de qué fueron a hacer dónde están, en un país donde la desinformación nos ayuda a informarnos con risas y memes que llevan las mentiras que al poder de turno le interesa que se mezlcen con verdades y que al repetirlas pensaremos que fueron realidad al final de la historia.  (O)

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