El páramo / Lic. Mario Mora Nieto

Columnistas, Opinión

“Los Andes ofrecen no solamente bellezas naturales para nuestro gozo espiritual, sino también muchos recursos naturales renovables e irrenovables, que requieren estudios para su mejor manejo y aprovechamiento a favor de la economía nacional”

Misael Acosta Solís.

            El valor ecológico de los páramos andinos es inconmensurable. Las formaciones llamativas son áreas húmedas que contienen especies vegetales típicas de esterilla, alfombras y almohadones (cushion plants); los chaparros y bosquecillos de “plantas” o “yaguales” (asociaciones de Polylepis y leñosas adecuadas a dichos ecosistemas fríos), cuya mayor función es conservar el agua, conservar la humedad como una gran reserva del líquido vital. De los páramos procede gran parte de los recursos hídricos disponibles en la naturaleza, sobre todo, del área andina.

            Con la palabra páramo, antiguo vocablo español, se expresa a “la llanura de altura y de meseta elevada, yerma, sin arboledas”. Esta palabra fue traída a Sudamérica por los conquistadores y colonizadores, que la aplicaron a las áreas desamparadas de las cordilleras andinas. Como estas formaciones generalmente están cubierta de gramíneas, se las conoce también como “pajonales andinos”.     

            La primera descripción del páramo la hizo el geógrafo y naturalista alemán Alexander Von Humboldt quien los describió como “agrestes soledades sujetas al embate constante de tremendas tempestades y en cuya superficie discurre por doquiera la nieve derretida. Región revuelta, azotada día y noche por la furia de los vientos y la lluvia de granizo; envuelta en oscuras nubes; escasa luz; casi nunca acariciada por un sol tibio y despejado.

            El estudio de los “páramos tropandinos ha sido efectuado por destacados naturalistas extranjeros como el mismo Alexander Von Humboldt, Moritz Wagner, Alphons Stübel, Hans Meyer, Teodoro Wolf, entre otros; y, por sabios ecuatorianos como los ambateños Nicolás G. Martínez, Augusto N. Martínez y Misael Acosta Solís, cuyas colecciones, en especial del Dr. Acosta Solís, reposan en el Chicago Natural History  Museum y en el Smithsonian Institute de los Estados Unidos. Según su opinión, el estudio de los páramos tropandinos; es decir, la investigación ecológica, está en su inicio. Es menester que las universidades y los gobiernos nacionales y seccionales propicien la formación de nuevos estudiosos. En esta materia la naturaleza ecuatoriana está todavía virgen y requiere de especialistas comprometidos con el conocimiento y conservación de los páramos como un medio idóneo para mantener las reservas de agua, factor fundamental para la vida.    

El naturalista germano Karl Goebel, al referirse al páramo manifiesta: “maravillosa creación de la naturaleza; cuando el sol se abre paso entre las nubes, con frecuencia se ofrecen a la vista cuadros de extraordinaria belleza; entre el paisaje pardo verdoso de una extensión que parece ilimitada; abovedada por un cielo de color azul radiante, relucen millares de flores con su brillo insuperable. (O)

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