EL MUNDO COMO UNA MÁQUINA / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Durante la Edad Media lo único que tenía sentido en la vida de las personas era la religión y consecuentemente la salvación de sus almas, lo cual tendrá mucho de fe pero nada de resortes, piñones y engranajes y es que en aquel entonces no tenían idea del mundo funcionando como una máquina: no había reglas físicas que ordenaran el universo (no se conocían) ni tampoco patrones sistemáticos que permitan comprobar objetivamente un hecho (era el empirismo lo que reinaba). Todo estaba controlado únicamente por la égida divina que intervenía en todos los aspectos de la vida al punto que si las cosas sucedían o no era porque Él así lo quería. La historia en aquel entonces la hacía Dios, no la gente.

Hoy por hoy las cosas han cambiado radicalmente. La era moderna es la Era de la Máquina: precisión, velocidad y exactitud son sus valores y tres sus precursores: Francis Bacon, René Descartes e Isaac Newton. El primero, sentó los cimientos para el actual paradigma de la máquina al fundar en 1620 el método científico usado con rigor hasta la actualidad, proporcionando a las ciencias lo que él acertadamente llamó “conocimiento objetivo”; de esta forma, Dios comienza a dar un paso al costado. Descartes, por su parte, ancló su propuesta mecanicista en las matemáticas, convencido que los números no daban lugar a un Dios que pudiera cambiar esos grandes axiomas cada vez que a Él se le antojaba, es así que fue respetuosamente arrinconado e irónicamente ensalzado como el matemático supremo del universo. Finalmente, Newton facilitó las herramientas que ratificaron el paradigma al explicar por qué el movimiento mecánico incide en la forma en que los planetas se mueven y por qué una hoja cae del árbol del modo en que lo hace. Con las famosas leyes Newtonianas ya no solo la Tierra sino el mismo universo se tornaron fríos e inertes como una máquina y, claro, Dios se alejó todavía más.

Cuatrocientos años han transcurrido desde que el mundo empezó a mecanizarse, pensando erróneamente que esto ha sido para bien, que hemos progresado y que la sociedad ha crecido y desarrollado en todo sentido. Nada más alejado de la verdad. Las consecuencias devastadoras del cambio climático que ya comenzamos a evidenciar en el planeta casualmente son producto de estos cuatro siglos de mecanización y posterior industrialización en los que hemos usado y abusado de los recursos naturales.

Todo lo cual tiene un origen científico, metafísico y muy bien identificado, se llama entropía, que según Albert Einstein sería la ley fundamental de toda la ciencia, que afirma que cada vez que se crea una apariencia de orden en cualquier punto de la Tierra o del universo, esto sucede a costa de crear un desorden aún mayor en el ambiente circundante. Se lo explicaremos con más detalle en una próxima entrega.

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