El cocodrilo del abrevadero / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Nunca faltarán personajes perdidos de vergüenza, que se afiancen en sus charcos o intenten hacerlo, para continuar sumergidos en el fango de sus privilegios, sin que les importe en lo mas mínimo el bienestar general y mucho menos, el respeto, la dignidad y la honestidad.

La función pública que coincidentemente desempeñan, parece que la tienen tan adherida a la piel, que son incapaces de discernir sobre su pertenencia. ¡Son patéticos!. Se creen dueños del poder, omnipotentes y hasta omnipresentes. ¡Fin y principio!.

Para mi, solo son como el cocodrilo del abrevadero. Siempre sigiloso y atento bajo el agua, esperando a que tengas sed y te acerques a la orilla para hacerte parte de sus mandíbulas y engullirte entero hasta saciar su apetito voraz. 

Estos sujetos que emergen de un pilón (lugar natural donde abreva el ganado) con mordazas abiertas y listas para hacerse del bocado ajeno, son peligrosos e insaciables. Buscan por cualquier medio victimizarse para seguir en su papayal y salvar el cuerpo,  amén de saber que los demás ya percibieron su jugada aún antes de que la ley se pronuncie -lo que no significa que los administrados se hayan convertido en jueces ni nada parecido- sino que tan solo recuperaron un poco de memoria y sabiduría para permitirse distinguir entre el bien y el mal.

La justicia es la llamada a concluir el trámite y declarar culpable a quien lo es, sancionar sus incorrecciones y liberar al inocente. Pero la historia, a diferencia de aquella, deberá escribir con tinta indeleble los episodios del escarnio y la vergüenza -no solo para advertirlos- sino para que sirvan de escarmiento a quienes a futuro pretendan sumergirse en el pantano de la inconsciencia y la desfachatez. 

La sabiduría popular a veces tarda en llegar, pero cuando lo hace, sienta bases inamovibles y ciertas, tanto que motiva renuncias, abandonos y hasta huidas.

Por lo demás, no es justo que sigamos sometidos al abuso y a la violencia en todas sus formas y en todos sus modos. Así como la apropiación indebida es perniciosa, tampoco es dable que en los más niños y jóvenes se escude, camufle y radique la narco-delincuencia para hacer de sus fechorías y ajuste de cuentas su modus vivendi, porque a estos «nóveles e imberbes sicarios» la normativa y la justicia procuran mantenerlos a buen recaudo. 

Es momento de intervenir con firmeza, revisar procedimientos y reglas del juego, e intentar recuperar la educación, el conocimiento, la ética y la cordura. 

Si tanto hablamos de encontrarnos, pues entonces encontrémonos con la verdad y hagamos de ella el mejor vehículo para protegernos y prosperar. (O)

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