El cambio es total o no es cambio / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Los fumadores que consumen una o más cajetillas de cigarrillos diarias y se proponen dejarlos de a poco, verán como un extraordinario logro y un gran avance si llegan a fumar, digamos, uno o dos tabacos al día; y sí, es una mejora notable, pero insuficiente y a la postre vana porque con los pulmones deteriorados lo único que cabe es dejar el vicio por completo para evitar lo peor. Así es en la vida, pensamos que ya hemos hecho bastante, que ya hemos cambiado lo suficiente y que por tanto solo un cigarrillo (o lo que fuere) no estará mal, pero para un verdadero cambio transformador, a veces, obviar eso ‘único’ no solo es necesario e impostergable, sino que, como en este caso, puede salvarnos la vida.

De la misma forma, hay asuntos en la sociedad que merecen una mutación total para poder seguir con vida, ya no medias tintas, autoengaños, discursos acomodaticios o soluciones parche, es preciso eliminar de raíz algunas prácticas perniciosas o de una vez abolir completamente todo el sistema.

En la iglesia católica, por ejemplo, ya no bastan los actos de constricción ni los mea culpa. Los cientos de miles de crímenes cometidos por religiosos pederastas antes y ahora (de los que se sabe y han salido a la luz) sumado al permanente silencio cómplice desde las más altas esferas, además de la aparente cercanía del Vaticano con gobiernos y dineros sucios, han minado seriamente la credibilidad y la fe de millones de fieles en el mundo. Guardar silencio o en el mejor de los casos pedir disculpas y expresar vergüenza -una y otra vez- no es suficiente, la iglesia debe pensar en cambios radicales en la relación con sus creyentes, de lo contrario, sus decenios estarían contados.

Así mismo, requiere una transformación estructural y urgente la forma de hacer política en el Ecuador y particularmente en la Asamblea Nacional. No es justo que ostenten una curul en la primera función del Estado una caterva de corruptos desvergonzados defensores a ultranza de los corruptos mayores, o unos cuantos ignorantones fácilmente influenciados por discursos populistas y desestabilizadores.

Igual, la delincuencia ha desbordado a niveles oprobiosos, mientras tanto, miles de militares se mantienen encerrados en sus cuarteles porque la Ley les impide actuar; absurdo. De la mano de esta irracionalidad van también las permisivas leyes en favor de los derechos de los delincuentes, que por ellas o por jueces y fiscales comprados por el hampa, la impunidad la tienen asegurada.

En todos los casos descritos el sistema está podrido, hay que tirarlo al tacho o en su defecto darle un vuelco total. Metafóricamente hablando, en el Ecuador ni siquiera hemos intentado bajar la dosis diaria de cigarrillos, seguimos ‘fumando como chinos’, no hay cambio, y continuar insistiendo en los mismos errores y esperar resultados diferentes es una locura, lo dijo Albert Einstein.

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