Yapa del paro / Editorial

Editorial


  El paro de octubre de 2019 para el sector indígena quedó marcado como una victoria contra el gobierno ecuatoriano, tras la derogatoria del decreto 883 que impulsaba la eliminación del subsidio a los combustibles; pese a esto, las pérdidas millonarias económicas, tras doce días de paralización, aumentaron la crisis.  

  Si bien es cierto que hubo represión policial contra grupos anarquistas e infiltrados, entre ellos, lastimosamente, salieron heridos indígenas, no se justifica que, aún en esta crisis sanitaria, se siga cometiendo daños a bienes públicos como monumentos históricos de una ciudad, para poner una denuncia de crímenes de lesa humidad.

  Distintos sectores sociales y empresariales, en estos momentos, deben priorizar el diálogo previo a una acción con detonante agresivo como son manifestaciones que afectan a la sociedad, limitando la ganancia laboral de negocios.

  Es lamentable que, por generar escándalos mediáticos con violencia, incitados por dirigentes que, por tener protagonismo político, festejan una fecha que lo único que provocó fue un resentimiento y una división de clases más visible.

  Seguir con marchas, sin respetar el distanciamiento, buscar espacios de tintes políticos a vísperas de una elección, no debe ser prioritario, cuando la salud mundial está colapsada y la economía es limitada, por la falta de ahorros e ingresos que se perdieron hace un año. (O)

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