Desinformación en la batalla / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

La demostración de confianza en la victoria, a sabiendas que no se cuenta con los instrumentos para conseguirla,  con la única finalidad de provocar temor en el adversario, es una técnica antigua de desinformación. La emplearon los generales romanos, hace más de dos siglos, antes de enfrentarse al legendario Aníbal en tierras africanas. También es muy antigua otra forma de engaño informativo al ejército rival, esto es, la disposición a conversar con el enemigo, como si se tuviera alguna debilidad, sabiendo que se cuenta con una fuerza descomunal. El año 202 antes de Cristo, el temible cartaginés Aníbal le pidió conversar al general romano, Escipión, con ochenta elefantes preparados para el combate. Ese tiempo los elefantes tenían más poder en el campo de batalla que los actuales tanques de guerra. Transportaban soldados, que lanzaban jabalinas desde lo alto,  y barrían con lo que encontraban en el camino.

A lo largo de once días de levantamiento, la desinformación proveniente tanto del gobierno como de la dirigencia indígena ha sido la que ha condicionado sus actuaciones. Con mensajes oscuros han tomado decisiones, generalmente equivocadas, alejándose de cualquier diálogo y acuerdo racionales.

La desinformación de terceros, es decir, de los medios y de lo que generan opiniones, ha carecido de relevancia en la decisión de las partes en conflicto. Su impacto ha sido sobre los observadores activos y pasivos.

Al inicio de la protesta el gobierno anunció que eran inaceptables las propuestas de la Conaie. Sobraron voceros que dijeron que el precio de los combustibles era inamovible, hacia abajo, dado que el subsidio a la gasolina extra y al diésel bordeaba los tres mil millones de dólares. Quisieron mostrarse fuertes y firmes en el gobierno y dejaron que el conflicto escalara. La dirigencia indígena no les creyó. La desinformación gubernamental no consiguió su objetivo. Luego de tantos sufrimientos para los ecuatorianos que no han podido movilizarse y trabajar, el gobierno, para continuar en Carondelet, rebajará, al final,  el precio de los combustibles en función de los excedentes que ha recibido por la venta del barril de petróleo sobre los cien dólares.

Cuando los ciudadanos, no sólo de las ciudades sino también de los campos, resultan víctimas de enfrentamientos sostenidos en desinformaciones, no les queda otro amparo que el de la esperanza en poder levantarse para  trabajar, movilizarse y ejercer sus derechos.

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