DESDE EL OJO CIUDADANO. / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

¡La vida misma es todo un cajón o un baúl de sorpresas!

Cada vez que lo abres, surge una que otra -grata o desagradable- alteración emocional, causada por algo imprevisto o inesperado. Por eso, encontrarnos, de la noche a la mañana, con una pretensión y acciones inconsultas encaminadas a una apropiación indebida que busca cercenar 127 hectáreas del pulmón verde de la Capital de los ecuatorianos, el Parque Metropolitano de Quito, suena no solo a despropósito, sino a ofensa y más aún, a “vacuna”. 

Sí, a “vacuna”, pero contra la Ciudad, de aquellas que se exigen o corresponden a pedidos de pagos extorsivos que hacen las bandas delincuenciales en ciertos sectores, para financiar sus actividades ilícitas. 

Lo anecdótico y, no por ello justificable desde ningún punto de vista es que, los artífices de ese desaguisado en contra la quiteñidad, es el mismo grupo que, por cuerda separada, exige diálogos y acuerdos al gobierno nacional, pero, después de haber ejercitado episodios de terror y atropello a bienes públicos y privados.

Prevalido -como ahora- de una justificación impertinente, se intenta encontrar razones en la utilización parcial de acontecimientos y hechos acaecidos hace más de 500 años, sobre los cuales sólo tenemos -en común- las referencias históricas o, en definiciones cercanas a la interculturalidad, restrictivamente enarbolada como la del “territorio ancestral”. 

En el caso que nos ocupa y en el entendido de que el “territorio ancestral” es ese espacio que permite el desarrollo pleno, global, integral, de una cultura y, al efecto, facilita o proporciona los medios para la existencia e identidad de ella, como también para la ejecución de sus actividades económicas y productivas propias; la mirada no puede ni debe agotarse en la reclamación, debe superar la restrictiva y funcional aseveración que se concreta o limita a un pequeño segmento poblacional (sin duda parte de una comunidad más amplia llamada Distrito Metropolitano de Quito), para no perder de vista el conglomerado cultural mayor, diverso, heterogéneo, integrado a fuerza de convivencia y superación, que ha ido construyendo y generando una identidad propia, acumulada y nueva, que de ninguna forma puede admitir, que un grupo étnico, cualquiera que fuere, se auto titule y defina como el único propietario de una parte del terreno ejidal de la ciudad, de pertenencía de todos los habitantes, que sirve a la realización de las actividades vecinales más variadas, en función de asegurar la convivencia ciudadana y la vida en armonía. 

Se escucha, y no sin razón, que esta suerte de “empecinamiento adquisitivo extraordinario” que se intenta, junto a una invasión de 209 hectáreas en el sector de Santa Catalina, están impulsados por dirigentes radicales de la Conaie, y tienen una intencionalidad de apropiación y dominio estratégico situacional en los ejes norte y sur de la ciudad. En esta última intentona del parque, con mayor razón, porque allí están precisamente los tanques de almacenamiento y potabilización de agua que sirven a los vecinos de Quito.

El entramado cada vez luce más claro. Imposible entonces que la ciudad y los vecinos se abandonen a propia suerte y dejen de accionar y con legítimo derecho, la defensa de los intereses municipales, comunales. 

Nunca, como hasta hoy, nos hemos visto tan conmocionados con esta suerte de actitudes descomedidas y agresivas que buscan -ojalá me equivoque- una reacción ciudadana confrontativa, que polarice adhesiones y radicalice pertenencias y apegos. 

Si se trata de encontrar formas expeditas para afianzar intereses políticos en las cercanas elecciones, creo que el camino no es el adecuado. 

Pero si se pretende, como todo hace suponer, instalar un malestar general en la coexistencia pacífica del mas grande vecindario nacional afincado en el territorio del Distrito Metropolitano, demanda una más enérgica y firme actitud en defensa de los intereses ciudadanos y respeto a la institucionalidad y gobernabilidad local.

Se escuchan sonidos de tambores que anuncian próximas movilizaciones. Los pretextos no faltarán: la concresión final de las mesas de diálogo y por cierto, temas novedosos como el citado caso del Parque Metropolitano, entre otros. 

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