¿Descontrol institucional o democracia? / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

El Ecuador vive una época agitada en lo institucional. Para algunos quizás es lo más parecido a un Viejo Oeste donde cualquier pistolero manda dependiendo de las circunstancias. Semanalmente pujan el Ejecutivo, el Legislativo, los jueces, los alcaldes, los gremios y los medios de comunicación por temas diversos. Para las nuevas generaciones esto parece nuevo, aunque no lo es. 

El Ecuador, como cualquier otra democracia, siempre se ha comportado así. En un escenario de pesos y contrapesos a veces agotador pero que rescata algo sin lo que no se puede decir que se vive en democracia: la separación de poderes. Estructuralmente esto es así aunque quizás el nivel de los actores no es el más óptimo. ¿Por qué se evidencia tanto, sin embargo, esa separación de poderes en este gobierno? 

Muy simple: porque no existe un solo actor que logre aglutinarlos a todos, evidentemente por las malas. Y eso, no es negativo. Es bueno. En el Ecuador vivimos desde el 2007 hasta el 2017 un escenario completamente distinto y quizás por eso pensamos erradamente que lo ahí se vivió fue lo normal. Una sola persona lograba aglutinar casi todos los poderes institucionales e imponerse a los poderes fácticos hasta marginarlos completamente. Eso permitió ventajas a la hora de plasmar ciertos proyectos de país y viabilizar la acción pública pero desventajas cuando los contrapesos querían entrar en la dialéctica política.

Ese fue el Ecuador en esos años. Resquicios quedaron del 2017 al 2021 aunque por la permanencia del diseño institucional ya que evidentemente no hubo liderazgo alguno que influya de la manera pasada. Hoy, como antes, persiste el mismo esquema institucional pero con actores políticos de peso que pujan por temas, intereses o actitudes y el gobierno, a pesar del presidencialismo textual, no ha logrado por errores, desconocimiento y falta de apoyo popular ejercer un presidencialismo en los hechos.

¿Qué es preferible, es la gran pregunta? En mi criterio, el escenario actual. El otro, ya vivido, deriva necesariamente en el autoritarismo y en el abuso.

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