Del fraccionamiento a la polarización/ Guillermo Tapia

Columnistas, Opinión


Con relativa frecuencia se escucha en los programas de debate político que por estas épocas fluyen a discreción, la existencia de una suerte de ‘escalafón hacia la izquierda’ que -según los entendidos- sería suficiente para que la población nacional retome un sendero y una orientación política que, en el pasado reciente, por igual apoyó y repudió.


En efecto, el abanico de postulantes registra una amplia mayoría de interesados en llegar al solio presidencial desde esa supuesta pertenencia escalafonaria que aludo, en la que obviamente se confunden ideologías y límites, de forma que aparentemente integran una sola masa informe, cuando en realidad son parcelas sutilmente diferenciadas y diferenciables, más, por los apetitos personales, que por una suerte de idealismo, posicionamiento o ejecutorias.


Tanto es así, que -históricamente- se han evidenciado alianzas, respaldos y pactos logrados que, de suyo, efímeros y circunstanciales como son, no resistieron el primer embate y entonces las intenciones quebraron y mudaron camaleónicamente para dar paso a nuevas posturas y flotaciones de supervivencia en el tiempo.


Difícil equivocarse y ubicarlos, ya que generalmente se mantienen encadenados por un discurso «ideológico” no superado, cuando no, afincados en un deseo «armamentista», «revolucionario», «indigenista», «nacionalista», “rupturista” o simplemente situacional y emergente, todo en función de contrastar escenarios que han evolucionado y que les son una amenaza a su modus vivendi.


Por ello han buscado, según dicen, que se produzca un cambio -sin conseguirlo- a pesar del imaginario que han sido capaces de construir, porque en realidad no pasan de ser una minoría que se junta por causalidad, en tanto, la población se debate entre la desesperanza y la dádiva.


Justamente es allí, en el hambre y la falta de oportunidades, que ciertos usureros de la política aprovecharon su espacio e hicieron de esa carencia: su agosto y hasta su octubre, con engaños y falacias. Lo incómodo, es que pretenden seguir la línea, apoyados por marquesinas y adivinos que suponen que, porque allá pasa algo, aquí debe suceder lo mismo.
Utilizan entonces como herramienta de afianzamiento y refuerzo de sus presentaciones, las opiniones de los “encuestadores” que -hoy más que antes- no aciertan una. No obstante, las cifras y los análisis concluyentes de la suposición, siguen siendo alimento para elucubrar sobre los destinos de un pueblo que ellos presuponen ignorante, falto de olfato político y susceptible de ser, no solo engañado nuevamente, sino de permanecer ciego y sumiso, al extremo de haber sido “amamantado con bálsamo tranquilo” como sostenía un viejo y recordado amigo.


Mientras más los escucho, ratifico mi convicción opuesta a esas argumentaciones prestidigitadoras de la catástrofe. Reafirmo mi pensamiento positivo porque se suceda una mutación no solo política, sino social, económica y situacional en el País, para de una buena vez abandonar el estado de postración y emprender uno de superación, resiliencia y desarrollo que corrija los distanciamientos y las brechas, que atienda las necesidades y las urgencias y que, haga suyos los planteamientos mayoritarios de los ecuatorianos, ávidos de oportunidades de trabajo, de reconocimiento, de respeto y de garantías a sus derechos.
Del otro lado de la balanza, una coalición del centro a la derecha, se enarbola como una posibilidad diferente de aquella escalafonaria y zurda tendencia. Pero para “las pitonisas” esa opción no les cabe en la mente y por todos los medios posibles, intentan confundirla, desplazarla y descalificarla. ¿Será que están nerviosos?…


Finalmente cabe preguntarse, si el fraccionamiento logrará su cometido final o si, por defecto, el pensamiento opuesto -la tan criticada unidad- será capaz de alcanzar su cometido.


De ninguna manera se justifica -por la fecha- pretender volar en escoba, cuando ésta, habrá de ser utilizada oportunamente para barrer los males de la República. El pueblo siempre tiene la razón. Esperemos su reacción. (O)

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