Decisiones / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

A cada paso nosotros debemos de tomar decisiones, ¿Me caso o no me caso? ¿Elijo esta carrera o la otra? y miles más en nuestra vida, todo esto suceden en la corteza frontopolar que es la que participa en el pensamiento de «alto nivel». La adopción de decisiones se vincula también con la personalidad del individuo, la regulación de la profundidad de los sentimientos en el proceso de atención así como en la determinación de la iniciativa y el juicio del individuo. Si bien es cierto que aquí se inician las decisiones, pero para nuestra sorpresa, unos milisegundos antes de que decidamos, el cerebro ya lo ha hecho por nosotros y sin que nos enteremos. 

Existen dos aspectos que forman una decisión, por un lado, algo ocurre en el cerebro que nos lleva a elegir una cosa u otra, por otro lado, que conscientemente sabemos que queremos hacer. Pero antes que eso parece que se produce un procesamiento inconsciente en el cerebro muy poderoso que supera hasta al libre albedrío como un ejemplo de esto es que mientras la conciencia nos dice que hagamos ejercicio, que dejemos una adicción o que no comamos mucho, sin embargo no cumplimos, o sea que nuestra decisión no la cumplimos y es porque el cerebro no lo ha aceptado ya que la fuerza de la conciencia es muy limitada frente a determinadas cosas que tienen un trasfondo adictivo, compulsivo, placentero y a veces hasta masoquista. Entonces se genera el auto engaño, nos mentimos a nosotros mismos y a nuestro entorno con excusas hasta el punto, a veces, de creer en nuestras propias invenciones mentales.

Parece que no sabemos ni porque hacemos algo, los motivos son muy diversos y muchos están relacionados con fenómenos que se dan por debajo de nuestra consciencia, ligados a nuestro pasado evolutivo, a nuestra biología más instintiva como por ejemplo la activación de zonas del cerebro asociadas al sistema de recompensa que nos pone en acción y nos induce a la búsqueda del placer y de nuestra seguridad. 

Somos individuales ya que la percepción del mundo depende de cómo lo procesamos, es por eso que cada uno de nosotros es un ser diferente y siente su entorno de forma única e intransferible. Cómo ahora ya disponemos de alta tecnología para ver cómo decide el cerebro, ya podemos demostrar que antes de entrar en la conciencia muchas decisiones ya están tomadas por complejas redes cerebrales y en el futuro se podrán predecir el comportamiento y la experiencia de una persona a partir de su actividad cerebral.

Pero debemos saber también que las mejores decisiones son las más difíciles de tomar, más somos productos de éstas antes que de las circunstancias, es el bolígrafo con que escribimos nuestro destino, a veces requieren sacrificio, otras veces duelen en el corazón, pero al final dan paso a la paz del alma, justificando nuestras limitaciones o nuestros apegos nos quedaremos en ellos. No hay decisión que podamos tomar que no venga desde el equilibrio entre la razón y la emoción; así como se recomienda que nunca cortemos un árbol en invierno, nunca tomemos nuestras decisiones más importantes cuando estamos alterados. Nuestra vida, nuestras metas y objetivos son como un viaje en la selva, tan solo dependen de la precisión de nuestra brújula, es decir de nuestros pensamientos, la toma de decisiones realmente triunfante reside en un equilibrio entre pensamiento deliberado (pro y contras) y el intuitivo (presentimiento)…la actitud es una decisión, la misma felicidad es una decisión. (O)

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