Crisis sanitaria y esperanza social

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El Cuerpo de Cristo da esperanza a las familias de que vendrán días mejores. (Foto El Heraldo)

La Conferencia Episcopal da a conocer que la crisis sanitaria, económica, política, social y ética que se vive es grande y ha puesto al descubierto falencias endémicas que nunca fueron afrontadas, con claridad y decisión, tanto en el ámbito de la salud como en el laboral y económico. 

Actualmente el país afronta ser un Estado sobre-endeudado, incapaz de cumplir con sus obligaciones en salud, educación, trabajo y seguridad. Dadas las dificultades empresariales y laborales, aumenta el nivel de desempleo, causa de sufrimiento en muchas familias. 

La crisis alimenticia afecta a muchos ciudadanos sobre todo a los más empobrecidos. El sistema de salud, público y privado, sin los recursos suficientes, no estaba suficientemente preparado para encarar este tipo de emergencia (ausencia de camas, UCIS, respiradores, insumos), por lo que, el número de contagios y fallecimientos ha sido, lamentablemente, muy elevado. 

En medio de tanta incertidumbre y dolor, es causa de profunda indignación la pandemia de la corrupción que afecta a la sociedad, incluidas las propias instituciones de salud, en lo que se refiere a irregularidades en las compras de fármacos e insumos (sobreprecios de mascarillas, medicinas, fundas para difuntos y kits alimenticios). Moralmente es un gravísimo crimen aprovecharse de esta dolorosa situación para enriquecerse de modo fraudulento, lo cual no debe quedar impune.

Este hecho revela no sólo la codicia humana, sino también hasta qué punto la corrupción está presente en la sociedad y en las instituciones. 

En el campo educativo, muchas escuelas y colegios particulares y fiscomisionales, especialmente los dedicados a los más pobres, han sido cerrados, incapaces de autofinanciarse; y, como consecuencia, muchas familias se ven privadas de educar a sus hijos según sus convicciones, a la vez que se deja sin trabajo a numerosos docentes y administrativos. 

En estos momentos todos nos sentimos frágiles e indefensos ante al avance del virus y de sus dolorosas consecuencias; en muchos ciudadanos crece la desconfianza y el descontento por las realidades indicadas. 

Hay enfrentar el momento presente, con decisión y transparencia, en la búsqueda del bien común. La actual crisis no debe de sumir a la gente en la indiferencia o en la resignación fatalista. Más bien, anima a soñar y a trabajar por un Ecuador diferente, democrático y equitativo, que reconozca y respete los derechos fundamentales de los ciudadanos. 

La sociedad debe ser construida sobre los valores del respeto a la vida y la dignidad humana, la libertad y la equidad, la justicia y la solidaridad, la honestidad y la transparencia. Para que este sueño no sea una utopía inalcanzable es necesario que todos los actores sociales, políticos y económicos, asuman su responsabilidad de forma clara, consensuada y ética, por encima de intereses personales o de partido. 

Como pastores, a la luz del evangelio, se continuará compartiendo con cada persona, sobre todo con los más vulnerables, los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias del momento presente. Siempre habrá predisposición a colaborar en la construcción de la sociedad más fraterna, justa y solidaria, para bien del pueblo.

Se hace extensivo el profundo agradecimiento a todos los profesionales de la salud, funcionarios públicos, policías y militares, trabajadores de la limpieza, empresarios y trabajadores del campo y la ciudad, instituciones civiles y familias, por su entrega sacrificada y solidaria. ¡Juntos podemos salir adelante! Invitamos a todos los ciudadanos a emprender esta nueva etapa con seriedad, prudencia y responsabilidad. 

La experiencia de otros países puede ser motivo de esperanza y ejemplo de respeto a las normas dadas por las autoridades de salud. El cumplimiento de las medidas preventivas (distanciamiento social, uso de mascarillas e higiene) ha sido fundamental para doblegar la curva de contagios. 

¡La vida es el don más grande que hay que cuidar! Qué María, la madre de Jesús, que vivió la adversidad con valentía y esperanza, acompañe en este singular momento histórico, es el pronunciamiento del Consejo de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. (I)

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