Crisis carcelaria / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

La situación de inseguridad y violencia que vive todo el país, junto con la crisis económica y los escándalos de corrupción son los principales temas de interés en la actualidad.

La realidad opuesta a la inseguridad ciudadana es el nombre de un hecho sumamente complejo, conceptualmente derivado la seguridad humana. Vivir seguros implica la defensa de la vida, el patrimonio y la integridad frente los riesgos y las amenazas que las puedan poner en peligro.

La seguridad ciudadana es como una mesa diseñada con tres extremidades: policía, justicia y cárcel. Esta figura geométrica forma un sistema donde cada elemento cumple funciones específicas y el fallo de uno pone en peligro todo el conjunto. La crisis en las cárceles del Ecuador es una metástasis que refleja el estado actual de una sociedad bastante enferma.

El viceministro del Interior, Patricio Pazmiño, el miércoles de la semana en curso, acudió a la Comisión de Soberanía de la Asamblea Nacional, en representación de María Romo, principal personera de este ministerio, para responder por los últimos hechos de violencia en algunos centros de rehabilitación. Sin embargo, sus intervenciones dejaron más preocupada a la ciudadanía.

En resumidas cuentas, el funcionario señaló cuatro factores que quebrantan la situación en las cárceles del país: débil organización del talento humano, infraestructura deficiente e insuficiente rehabilitación. Además, dio a conocer algunas cifras alarmantes: 49 las personas privadas de libertad fallecidas en los últimos tiempos, 19 de ellas por hechos de violencia y 11.452 personas en exceso dentro de las instalaciones a escala nacional.

Esta última cifra puede interpretarse diciendo que la población privada de libertad representa un 40 por ciento más de lo que las cárceles soportan. Esto significa que para albergar en condiciones óptimas a todos los que están detenidos haría falta duplicar la actual infraestructura o reducir a la mitad el número de detenidos. Tal vez las dos opciones tengan igual o parecido grado de dificultad.

Los centros de rehabilitación tienen dos objetivos: persuadir a los internos para que dejen de cometer delitos y lograr su reinserción en la sociedad. Es bueno soñar que esto se cumplirá algún día y que las cárceles dejarán de ser las “universidades del delito”. (O)

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