Covid-19: Estado fallido y ciudadanos/ Juan Diego Valdivieso Rowland

Columnistas, Opinión


Hasta el alcalde de Ambato, Javier Altamirano, dio positivo para coronavirus. Lo anunció el domingo 12 de julio de 2020. Dijo que en una prueba PCR resultó positivo y que es asintomático. Manifestó que cumplirá el aislamiento y seguirá laborando gracias al teletrabajo.

La carga viral; los síntomas leves, medianos o fuertes; las personas con diagnóstico positivo pero que son asintomáticas; las que están graves en un hospital y las que son portadoras y no lo saben, componen el escenario de una compleja situación epidemiológica respecto al Covid-19.

Así es la cruda realidad, que, ante un Estado central fallido como el ecuatoriano, que ni siquiera puede proveer lo básico: salud, seguridad y educación, ha “delegado” indirectamente a los gobiernos locales, a actores privados o de beneficencia la responsabilidad de educar para prevenir el contagio en la población; la toma de pruebas -algunas de dudosa efectividad-; la instalación y equipamiento de unidades médicas; entre otras tareas.

Ante el aumento de casos positivos en Ambato (1.051 casos oficiales hasta el 12 de julio) y en la Sierra en general, es fundamental que los ciudadanos nos hagamos cargo de la prevención y el cuidado frente al virus. Procuremos siempre el distanciamiento social, el lavado de manos y el uso de mascarilla.

Es preferible no depender del Gobierno Nacional o local, ya que ante la grave crisis económica y social que atraviesa el Ecuador, mejor no esperar nada de las instituciones públicas que deberían velar por nuestra salud y seguridad.

Las autoridades se limitan a decir que las restricciones por el semáforo amarillo continúan siendo las mismas de siempre y que los contagios se incrementan. A la par, se propagan focos de contagio en zonas aledañas a los mercados, la Av. Cevallos, la Juan Benigno Vela, la Plaza Primero de Mayo, entre otros puntos.

En este punto es mejor prevenir antes que lamentar y más bien aplicar la frase: “prohibido enfermarse”, ya que la capacidad de atención de salud está al tope y el Estado no nos asegura nuestro bien más preciado: la vida. (O)

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