CON LA FRENTE ALTIVA. / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

El aire tiene un aroma diferente y el día parece haber recuperado la pereza del tiempo, mientras el sol brilla, pero no calienta. La sonrisa, ya no se refleja en el rostro. El silencio se ha vuelto -sutilmente- dueño de los espacios y discurre, amorfo, entre rendijas, ventanas y balcones. La ciudad misma se muestra más opaca que de costumbre, camuflada en el monóxido del carburante que trashuma de cada tubo de escape y se empeña en generar tos, malestar e imprudencia entre los viandantes.

El país aguarda quedo, mustio, sorprendido. Absorto ante el mundo, se abre a los comentarios, sin inmutarse.

Memoria y pupila concentradas en el éxito, dejaron de lado el síndrome de las posibilidades yertas y ahora, no consiguen articular palabra para describir el nuevo escenario nacional, atosigado de cuentos de nunca acabar y de realidades aparentemente superadas pero que, a la hora de la verdad, continúan expuestas en los mismos sitios, bajo los mismos influjos y con similares consecuencias.

Los esfuerzos encaminados a mejorar la seguridad pululan en los titulares de los diarios. Las estadísticas bajaron los índices de la espectacularidad. Hasta el precio del crudo se ajusta por un acontecimiento exógeno y su tendencia alcista disminuye de manera vertiginosa hasta colocarse a menos de siete decenas. 

Con esta imagen, lo más lógico sería no incurrir en otras imprudencias que disparen el endeudamiento como en épocas pasadas, independientemente de la apetencia política que, desde una esquina -no desmaya- e insistente y despiadada intenta dominar la geometría económica de la nación a partir de sus propias percepciones y de espaldas a la realidad.

Aparentes amabilidades interpersonales están siendo reemplazadas por actitudes hostiles y burlonas que coinciden con otros episodios jurisdiccionales -apropiada e inexorablemente expuestos- para deslizarse por entre las enramadas de la casualidad y la coincidencia para pasar por desapercibidos.

Pero el ojo avisor del ciudadano común lo ha advertido y registrado en el pensamiento. No habrá perdón que haga olvidar la afrenta y el atropello cometido a los bienes públicos. La sanción penal es al delito y sus autores, la evidencia inamovible del señalamiento a quienes abusaron de la fe pública y de la inocencia y credibilidad de todo un pueblo.

La historia tiende a repetirse. Volvemos a tropezar con las mismas piedras. No entendemos por qué nos sucede reiteradamente las mismas cosas; hasta que reaccionamos y nos percatamos que, ese rayo de ilusión que dulcemente acariciamos por un tiempo hasta hacernos soñar, ha concluido.

El juego vistoso, el grito desparramado y los brazos en alto, nos seguirán mirando como sociedad política, como comunidad, como amantes de un espectáculo,que nos llena de alegrías mientras dura y nos prodiga de razones para creer que sí podemos ser lo que somos y mucho más de lo que generalmente pensamos que seremos.  

Lo único cierto es que no tenemos límites y hemos aprendido a superar los escollos con estoicismo, con sinceridad y con nuevo propósito.

Nuestra «Tricolor» seguirá flameando al viento como siempre y testimoniando nuestra estirpe y compromiso de superación como nunca antes.

La actitud de un equipo que se adueñó de la esperanza de un pueblo sigue intacta. No nos debe nada a nadie, a ninguno de los espíritus temporalmente afectados por una pérdida que, finalmente será -en el argot deportivo- ganancia en conocimiento, en experiencia y formación, porque la novel y juvenil selección de fútbol ecuatoriana que legítimamente se hizo de un lugar en la representación regional para viajar a Catar, cumplió su cometido con profesionalismo, altura y corazón. 

Desde este rincón de letras espolvoreadas saludo a los jugadores y cuerpo técnico que integra la Selección Ecuatoriana de Fútbol, aplaudo su trabajo y me sumo a reconocer su actuación en el estricto rigor y finitud de la competencia deportiva. 

Somos noticia y volveremos a serlo. 

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