“Castillo de Grayskull” / Msc. Psc. Phd c Miguel Guzmán

Columnistas, Opinión

La pésima imagen pública de la institución policial, hace que sea particularmente grave la difusión de hechos sobre irregularidades de los agentes policiales. Cada nuevo caso afecta al conjunto de la institución porque es difícil que alguien piense que es un hecho aislado.

 La policía presenta rasgos similares a personalidades violentas, narcisistas, rasgos psicopáticos, es de esperarse que, al ingresar a la institución, se realiza un exhaustivo análisis psicológico cuyas personalidades estén más arraigadas a una inestabilidad mental, como para tomar un arma disparar a quema ropa, asesinar, atentar, desaparecer, etc.

En consecuencia, la institución policial ha perdido toda credibilidad ante los ciudadanos. El poder y el control es el arma predilecta; caso Cáceres nos dio una visión de las irregularidades que iniciaron décadas atrás, no olvidemos a los hermanos Restrepo, o la infinidad de abusos policiales implícitos en temas sexuales, y vulnerabilidad de los derechos.

El deterioro de su imagen se debe a que se le identifica con la represión. Muchos le temen a la policía y piensan que ésta es ineficaz no sólo porque su acción produce conductas violentas sino también por la convicción de la existencia de sectores corruptos en la policía y la complicidad de algunos de sus agentes con la delincuencia.

Se sabe que la forma en que los individuos toman la decisión de incorporarse a la institución policial está influida: principalmente por sus percepciones, creencias y valores y por su propia historia de vida, lo que contribuye significativamente a darle forma a su propia motivación. Lejos de lo que comúnmente se cree, no todos ingresaron con la intención exclusiva de hacer dinero o como consecuencia de traumas existentes o de sus niveles de violencia contenida. Existen muchos más elementos subjetivos que toman fuerza en la configuración de tal motivación.

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