Asamblea y tiempos presidenciales/ Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

La aceptación de la Asamblea, entre los ciudadanos, es más baja que la del Presidente de la República, aunque, en la práctica, la de las dos instituciones se encuentre en la pendiente. Sin embargo, el poder de la Asamblea es de tal magnitud que puede controlar los tiempos políticos del Ejecutivo. Con una sólida mayoría, el Parlamento tiene la capacidad de desplegar todo su potencial legislativo y fiscalizador, mientras al Presidente no le queda otro camino que el de replegarse.

Cuando parecía que los vientos soplaban a su favor, el  Presidente amenazó que gobernaría sin Asamblea, aprovechándose del descrédito de ésta.  Poco tiempo después, se quedó sin capital político, por haber subido los impuestos, reducido el gasto social, dejado que floten los precios de los combustibles, incumplido sus promesas de campaña y sucumbido ante la dirigencia indígena en el último paro. Se olvidó que el régimen presidencialista no le asegura capital político alguno. Debe ganárselo, con una gestión eficiente y sólidos apoyos legislativos. 

El desastre en la dirección de la Asamblea durante el primer año, le dio al Gobierno algunas alegrías, con la incompetente señora Llori conduciéndole al Parlamento hacia el barranco. Pudo ser removida, aunque sea tarde, debido a que, dentro de la Asamblea, existe un modelo parlamentario y no presidencial. Quienes la dirigen dependen de la confianza de los asambleístas. Cuando la pierden, tienen que irse. Nadie puede dirigirla sin una mayoría. 

Mario Dragi presentó, recientemente, su renuncia al cargo de Jefe de Gobierno italiano el momento en que se quedó sin mayoría. Italia tiene un régimen parlamentario. El Presidente Lasso, en cambio, no debe separarse, aunque se quede, como ahora, sin apoyos mayoritarios en el Parlamento. Es que el régimen ecuatoriano es presidencial, salvo para el funcionamiento interno de la Asamblea. 

El reciente cambio en el mando político le ha dado a la Asamblea otra perspectiva. Si bien el Gobierno deberá hacer correctamente los deberes, el Parlamento le será útil para aprobar leyes de trascendencia. Y también para que una fiscalización dura y responsable les recuerde a los ministros que trabajen honesta y eficientemente.

Decía Groucho Marx que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico erróneo y aplicar el remedio equivocado”. Estamos donde estamos, porque el Presidente y la Asamblea hicieron diagnósticos erróneos y aplicaron remedios equivocados. Creyeron que el Ecuador era Suiza.  

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