Adoradores de Leviatán. 2022 / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Ahora más que nunca vivimos la evidencia de que el caos del mundo actual se debe a que la gran masa ignara manipulada ha sedimentado en las zurrapas de su conciencia el culto al caos y a sus opresores: Pandemia, guerras, invasiones, sobrepoderes, soberbia, capitalismo, manipulaciones de los medios masivos, destrucción voraz de la naturaleza, corrupción y podredumbres de todo tipo, no nos permiten la respiración de la dignidad humana; sino por el contrario, toda la contaminación de las fetideces acumuladas nos han penetrado tan hondo que nos hemos vuelto sus aduladores y hasta sus defensores, con lo cual, muy pocos vamos quedando (permítanme la auto inclusión) con la idea de haber pertenecido al humanismo en extinción, porque realmente da vergüenza pertenecer a ese lugar común que se llama género humano.

Escribo por simple desahogo, porque en el medio en el que nos desenvolvemos, en esta sociedad enfermada de odio, los carroñeros que cuidan a los que destripan las patrias, emiten gruñidos defendiendo los sobrantes de la mortecina. Solo basta encender un noticiero radial, abrir la pantalla de t.v. o entretenerse con un video en un teléfono móvil. Se necesita de mucho heroísmo para enfrentarse a los pregoneros del Leviatán, que por obvias razones son muy promocionados.

Vayamos un poco al principio: Según la Biblia, y según muchas culturas no bíblicas, el Caos fue  creado y dominado por dioses y demonios. Sin más, digamos que los satánicos se convirtieron en adoradores al Leviatán como “uno de los cuatro príncipes del infierno”. Cuando los grupos humanos van asociándose, surge la subordinación, y por ende aparece el concepto de libertad. Los que se insubordinan, se debe a que entran en desacuerdo con cualquier sentido opresor. Solo los inteligentes tendrían derecho a insubordinarse. Rápidamente,  digamos que surgen sociedades o agrupaciones “sin Estado”, como en los principios de la historia, donde los más aptos rotaban en la conducción de las masas. La civilización y la evolución gregaria hizo aparecer el Estado y se instituyó la dominación masiva.

Saltemos en nuestra visión a nuestros Estados “democráticos” contemporáneos, y nos enfrentaremos a una serie de conductas “legales”, a las que nos han sometido constitucionalmente. Estamos encadenados a leyes, reglamentos, disposiciones, ordenanzas, proclamas, salvoconductos, emergencias, estados de sitio, disposiciones de guerras, estados de emergencia, convenios, acuerdos y toda clase de leguleyadas inventadas por la burocracia, los “beneficiarios” de los Estados. Es decir, el pueblo inconsulto e ignorante de cálculos y consecuencias, se ha convertido en un respetuoso, cuando no, “adorador” de un Leviatán camuflado en los poderes del Estado que oferta el paraíso a sus súbditos, quienes, de paso, hemos sido educados en los patriotismos que más bien son patrioterismos ceremoniosos, con los himnos, con las banderas, con los escudos y hasta con los equipos de fútbol. El peligro de enfrentarse a los adoradores del Leviatán contemporáneo tiene que ser visto desde lo que la propia historia nos cuenta de las masacres y las guerras.

Si vivimos en una sociedad de “deseos” y  grupos diversos anhelan poseer la misma cosa, no solo que la han de adquirir de buena manera, sino que han de invadir la propiedad privada, que es también propiedad “nacional”, territorial, o empresarial. La invasión, el robo, el atropello, el arranche, la privatización, la alianza público-privada, todo va en contra de esa noción de soberanía que se dice que se respeta. Cuando el deseo se convierte en acto de fe y hasta en religión, no hay fuerza que la sostenga. ¿Por qué se inventan eso del “bloqueo económico”? ¿Por la soberbia del poder? Muy bien saben los poderosos y sus testaferros que  con la dignidad en ningún tiempo se ha sostenido nada, salvando los casos de un par de pueblos que honran al género humano.

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