A perder tiempo / P. Hugo Cisneros
Al ver tanta gente, Jesús subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos. Iba a tomar la palabra cuando unos niños que correteaban por la zona lanzaron una pelota que fue a para a escasos metros del Señor. Al instante, uno de los apóstoles empezó a recriminarles y a amenazarles con que no les daría la pelota hasta que no guardaran silencio…
Los niños, que
les interesaba bastante más su pelota que lo que allí podían escuchar,
empezaron a armar un enorme bullicio, corriendo tras los apóstoles que se
pasaban unos a otros el objeto tan codiciado. Entre tanto Jesús miraba
sonriente la escena e hizo algún que otro conato de apuntarse al “partidillo”,
no obstante al final reprimió sus ganas.
El tiempo iba pasando y los apóstoles, que todo hay que decirlo, no ponían
mucha intención por dejarlo. Así que la multitud allí congregada empezó a
ponerse nerviosa. Unos murmuraban entre sí, otros, los menos, se apuntaron al
juego y la mayoría, después de mirar varias veces el reloj, decidió regresar a
sus tareas, pues no estaban para perder su tiempo.
Transcurrida
más de una hora los apóstoles, a los que se les notaban los años y los kilos,
perdieron la pelota y se arrojaron exhaustos en torno al Señor, mientras que los
niños, contentos por la victoria obtenida, marcharon felices a otro lugar.
Así que cuando el murmullo cesó, Jesús se percató de que, además de los
apóstoles, únicamente un centenar de personas se habían quedado a oír su
palabra… El señor no ledio mucha importancia, al contrario, inició su discurso,
no sin antes carraspear en varia ocasiones, como si pretendiera dotar de una
mayor solemnidad lo que iba a decir:
Empezamos este 2020, un nuevo año. Viendo con ojos de fe, podemos decir que Dios pone «tiempo» en nuestras manos al empezar este año, sin duda, un verdadero regalo.
Dos lecturas diferentes hablan del tiempo. La una insiste en que «el tiempo no espera a nadie, no hace favores» y que «no hay que perder tiempo en la vida». La otra en cambio habla de «perder tiempo» y llama «Bienaventurados» a quienes lo pierden con sentido.
¿Con cuál de las dos posturas nos quedamos? Me quedo con la de «perder tiempo» pues es un tiempo perdido que da sentido a la vida.
«Bienaventurados los que saben perder su tiempo, escuchando a sus hermanos, a pesar de que la conversación no les interese en absoluto, a pesar de que se queden sin decir «eso» tan importante que tenían que comunicar.
Bienaventurados los que saben perder su tiempo, repartiendo sonrisas, aunque la ocasión no sea tan buena, aunque el horno no esté para bollos, como dice el refrán.
Bienaventurados los que saben perder su tiempo, observando a los niños, hablando con los mayores o ayudando a los más desfavorecidos, a pesar de que éstos no puedan, no sepan o no quieran agradecerlo o recompensarlo.
Bienaventurados los que saben perder su tiempo, en un hospital o en un voluntariado, aunque esas horas no se vean reflejadas en un sueldo…
Bienaventurados los que saben perder su tiempo, en sacar unos minutos a lo largo del día, en pensar en uno mismo, en los hermanos, en Dios, a pesar de que haya que trastocar la agenda previamente establecida.
Bienaventurados ustedes si saben perder su tiempo, utilizando el reloj, únicamente para llegar a la hora exacta en la que un hermano necesitado requiera de su ayuda. Alégrense y regocijense, pues con «su tiempo perdido», están ganando, y con creces, toda una eternidad en el Reino de los Cielos».
Los Reyes de Oriente, «perdieron tiempo» buscando la estrella, pero encontraron al que da razón y sentido a todo tiempo y a toda la existencia, al Salvador para toda la humanidad.
“Perdamos tiempo” en este año, vayamos como los Reyes de Oriente a buscar al Señor en la vida de cada hermano. Demos ese tiempo para los demás, demos la vida, construyamos la vida. Un Año lleno de las bendiciones del Señor. (Pan de la Palabra. Enero 2020). (O)