Hemerotecas

Estamos en la Biblioteca de la Ciudad y la Provincia, en Ambato, en una época en que una información que se lee en un aparato virtual y electrónico, desaparece a medio leer. Nuestra memoria es un basurero sin fondo que ha codificado toda información como desechable. No hay como guardar mucho porque los aparatos se sobrecargan. Estamos ante la desintegración de conceptos como el de “memoria” porque la comodidad ha incorporado pereza mental como comportamiento tecnificado. Si vivimos sin inteligencia artificial ahora somos retardados mentales. Esto quiere decir que las nuevas generaciones están condenadas a vivir de prestado. El poder del mundo es la manipulación. No defenderse es caer en el cómodo quemeimportismo.
Abrimos una ventana en el computador y buscamos la definición de hemeroteca. Leemos:
“Es un lugar físico o digital dedicado a la conservación, almacenamiento y consulta de publicaciones periódicas como periódicos, revistas, boletines y otras publicaciones de carácter temporal. El término proviene de las palabras griegas hémera (día) y théke (caja o depósito)”
Vamos tras los griegos que nos enraizaron con su lengua. La hemeroteca es nuestra vida, porque es un depósito de nuestras experiencias diarias que se va registrando en nuestra memoria. Pero al parecer, como somos pueblos ágrafos, todo lo escribimos en el aire. Digo que somos ágrafos porque a pesar de aprender a leer y escribir, una vez desligados de la escuela, no lo volvemos a poner en práctica, salvado los casos de gente rara en nuestro medio que se vuelve escritor o lector, que quiere decir que tiene interés por singularizar su pensamiento.
Se llaman “escribidores” a los que escriben ideas dictadas por otros. Se llaman escritores a quienes sudan con sus pensamientos. El escribir los sucesos hace aparecer los libros de un pueblo. Los coleccionistas de libros son bibliófilos que derivaron en bibliotecarios cuando están al servicio de gente interesada en la lectura de la vida de su comunidad.
Se llaman lectores a los que devoran libros por hábito de luchar contra la ignorancia. El intelectual surge cuando no predica ideas de prestado. No es lo mismo “lenguar” que “hablar”. Lenguar es solo ejercitar la lengua. Hablar por el gusto de hablar: llenar el mundo de palabras vacías. Se aprende a hablar en un sentido psicológico, cuando hacemos un acto de ejercitar el pensamiento propio. Los viejos son quienes mejor hablan porque se han vuelto sabios. Los lenguaraces eran los “pregoneros” en pueblos coloniales; también los que “verborrean” para “engañar” a los sometidos devotos de las aldeas marginales, y a los marginales de la aldea global.
Ahora se llaman comunicadores sociales a los pregoneros que dependen de ideas prestadas. He aquí una de las trampas de la “comunicación” moderna ejercida por las academias a los comunicadores sociales que lenguan de prestado.
¿Qué sorpresas tendrán nuestras hemerotecas? ¿Qué pensamientos se han publicado en periódicos, folletos, revistas, hojas sueltas, remitidos, separatas, etc,? ¿Son nuestros periodistas patrulleros del pensamiento popular? ¿Quiénes hacen en nuestras aldeas de patrulleros del pensamiento, como dice George Orwell? ¿Acaso no nos damos cuenta que “el Estado tiene instituido el Ministerio de la Verdad, que tiene dependencias dedicadas a las noticias, a los espectáculos, a la educación y a las bellas artes?” Creo que muchos de nosotros nos hemos dado cuenta que, en su particular prédica de la verdad, está la práctica de la esclavitud; y que su fuerza radica en maquillar nuestra ignorancia. (O)
