Reflejos

Que alguien hable bastante quedo, tenga una pobrísima fluidez verbal, se le dificulte articular con mínima elocuencia un par de oraciones y hasta sufra de lagunas mentales al punto de llegar a desesperar a sus oyentes en cada alocución, no es normal ni mucho menos simpático; y sinceramente, quisiera entender que esto no implica necesariamente un bajo nivel intelectual o poco desarrollo cognitivo, o eso espero. Vamos a suponer, entonces, que estas personas no son tontas, solo… no hablan fluido.
Ahora bien, este desagradable problema de lenguaje podría “pasar desapercibido” en boca de cualquier mortal, pero ¿y si es un personaje público y de gran influencia como el presidente de una nación?, definitivamente eso provocaría más de un comentario negativo, y con mucha razón, en virtud a que una figura de su talla debería, como menos, hablar con soltura, es más, con semejante bloqueo en su comunicación y por respeto propio y ajeno, ni siquiera debería presentarse a ninguna candidatura.
No obstante, como siempre, la realidad supera a la ficción, en México un par de ciudadanos con estas características no solo se presentaron como candidatos, sino que ganaron elecciones. En su momento, Manuel López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum, presidentes de ese país, tienen ambos evidentes y muy serios problemas de agilidad mental con el verbo, son de izquierda y además los dos están vinculados hasta los tuétanos con el narcotráfico.
Sin embargo, esta columna pretende, a la par de evidenciar estos bochornosos defectos de comunicación en personalidades de la narco-política, sacar también a la luz la bizarra y -para variar- la incomprensiblemente pasiva reacción que tuvo Sheinbaum frente a un ataque que días atrás sufriera como mujer.
Resulta que mientras hacía un recorrido a pie, la presidente Sheinbaum fue agarrada por detrás por un depravado quien intentó besarla y consiguió manosearla arriba de la cintura. Lo bizarro del asunto no es el acoso sexual, sino la aún más impropia reacción de la presidente que en vez de retirarse inmediatamente molesta y mandarlo a detener por el delito, se ríe, comparte con el abusador unos instantes vis a vis, le dice que “no se preocupe” y hasta se toma una fotografía con él. Recién al día siguiente decide poner la denuncia y proceden a detenerlo.
Si lo menos que se espera de un jefe de Estado es agilidad en todos los sentidos, ¿Por qué esa reacción tan cándida y permisiva de la presidente de México? ¿Dónde queda su dignidad de mujer? ¿Dónde el ejemplo de una respuesta firme y en el acto en defensa de todas las mujeres mexicanas y en especial de las feministas a las que ella aplaude? ¿Dónde está esa autoridad con la suficiente agilidad mental y de reflejos acorde a cada situación?
Lo de López Obrador, Sheinbaum y otros similares, no es solo falta de agilidad mental al hablar, sino, fundamentalmente, falta total de dignidad, amor propio y sí, honestidad intelectual. (O)
