Instrumentalización simbólica de la imagen afrodescendiente

En nuestro país, es cada vez más común que sectores del poder político utilicen figuras públicas afrodescendientes —especialmente deportistas y artistas— como símbolos de inclusión o unidad nacional. Sin embargo, este tipo de gestos suelen ser meramente superficiales, ya que no se traducen en acciones concretas para combatir las múltiples formas de injusticia que afectan cotidianamente a la población afroecuatoriana.
Hemos visto cómo el Palacio de Carondelet y la Asamblea Nacional se convierten en escenarios para homenajes simbólicos. Deportistas como Willian Pacho, campeón de la UEFA Champions League; Moisés Caicedo, referente internacional; las hermanas Deisy y Angie Dajomes, destacadas halteristas; o Reggie Jason Luis Jr., primer ecuatoriano en la NBA con los Boston Celtics, han sido celebrados públicamente como ejemplos del “éxito afroecuatoriano”. Sin embargo, esta exaltación no va acompañada de un compromiso real con las condiciones de vida de sus comunidades de origen.
Un ejemplo reciente lo vimos durante el partido entre Ecuador y Argentina, cuando Willian Pacho fue fotografiado de la mano del hijo del presidente. Un acto aparentemente inocente, pero que, al situarse en un evento de alto perfil, puede interpretarse como un intento de “suavizar” o mejorar la imagen política del gobierno, utilizando la figura de un afrodescendiente exitoso para proyectar cercanía con la diversidad étnica.
Este tipo de gestos resultan aún más problemáticos si se considera el silencio del propio presidente frente a tragedias que golpean directamente a la niñez afrodescendiente. ¿Dónde estaba su voz cuando desaparecieron los cuatro niños de Las Malvinas? ¿Le han contado que uno de los sectores más golpeados por los Grupos de Delincuencia Organizada (GDO) son precisamente comunidades afroecuatorianas? ¿Que en Esmeraldas hay decenas de adolescentes desaparecidos, algunos incluso por acción de la propia fuerza pública? ¿O que la mayoría de jóvenes afrodescendientes no logra acceder a un cupo en la universidad?
La falta de coherencia entre el discurso celebratorio y la omisión frente a estas realidades es una muestra clara de racismo estructural. En este sistema, la inclusión solo es permitida si no cuestiona el orden establecido.
Miles de niños y niñas afroecuatorianos siguen enfrentando condiciones de vida indignas: educación pública deficiente, salud precaria, falta de vivienda adecuada, violencia estatal, y un abandono institucional que no es casual, sino producto de un modelo históricamente excluyente.
Por eso, utilizar la imagen de un deportista afrodescendiente exitoso para legitimar un sistema que no ha hecho nada por su comunidad, no solo es irónico: es también una forma de violencia simbólica.
Criticar estos gestos vacíos no es una actitud negativa ni un “resentimiento”, como a veces se intenta descalificar este tipo de análisis. Por el contrario, es una manera de hacer visible lo que el espectáculo mediático intenta ocultar: que detrás de cada foto sonriente hay una sociedad que sigue sin saldar su deuda histórica con el pueblo afroecuatoriano.