El valor de la sociedad / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

El profesor de sociología explicaba el significado de dignidad cuando uno de los asistentes preguntó “Y eso… ¿para qué sirve?” Era una de esas personas escépticas que desconoce la importancia de los valores o que incluso niega su existencia, arguyendo que son una simple creación de la fantasía humana. Ciertamente, los valores no son algo tangible que se puedan ver o tocar, pero tampoco se puede contemplar o trasladar el calor de nuestro cuerpo a la ansiedad, el amor, la felicidad o la tristeza y sin embargo percibimos, disfrutamos o sufrimos con sus efectos. Luego es innegable que existe un universo intangible que transpone nuestra realidad material, y su presencia constituye el eje medular de la esencia y desarrollo de la sociedad.

Sin embargo, nos vemos inmersos en las antípodas de ese universo espiritual. La realidad que nos rodea, es la gran mayoría dominada e impelida por un materialismo ferozmente competitivo, en el que no es suficiente ser el mejor. En ese mundo sin alma, es preciso alcanzar la excepcionalidad porque su única razón de ser, es rendir tributo al becerro de oro. No es de extrañarse, que haya quienes entronicen al dinero y al poder en el templo del tan manoseado y demagógicamente denominado, “Estado de bienestar” y en él lo adoren como el valor supremo de sus vidas.

Es un tosco error divinizar los bienes materiales –tantas veces innecesarios- el lujo e incluso el obsceno despilfarro y someter a estos, todos aquellos principios por los que debe regirse una sociedad justa. En cualquier caso, digamos que es imposible la existencia de un estado de bienestar en ausencia de esos preceptos, no inscritos en ninguna Ley, pero por los que es necesario regirnos, si se quiere progresar en el seno de una sociedad mejor.

La ausencia de estos pilares en la conciencia de un sector social dominante, se pone de manifiesto cuando se toma decisiones “aquí y ahora” o “como sea”; cuando todo vale; cuando el fin justifica los medios; cuando el interés particular o de un colectivo concreto prima sobre el interés de la sociedad; cuando la ocultación, el disimulo, el engaño y la mentira son moneda de cambio diaria; o cuando para determinados sectores privilegiados, las actividades delictivas se silencian o quedan impunes. Es entonces cuando se contamina y se corrompe ese organismo vivo denominado país.

Bajo esas circunstancias, conviene hacer acopio de nuestro interior, demostrar toda la capacidad de enfrentar la vida con una mirada positiva y que de este modo, nuestro intelecto sirva para que sepamos aislar el grano de la paja. (O)

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