Una vez al año / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

Una vez al año, por todos los medios, aparece la Navidad con características de fiesta, la más entrañable del calendario y como la temporada más favorable para ser generosos y hacer buenos propósitos. Parecería que en diciembre y sólo en este mes existe la obligación moral de practicar la bondad y hacer proyectos, sin más causa o razón.

Que esto suceda no es despreciable, sin embargo, cabe preguntar si realmente este es el sentido que tiene celebrar el nacimiento de Jesús. Tal inquietud es válida, considerando que, la visión de la realidad, no en pocas ocasiones, surge a partir de frases hechas y transmitidas casi de forma inconsciente. Para muchas personas, el significado de los hechos está construido a partir de lo que se dice o se ve, mas la realidad no siempre coincide con la apariencia.

Entonces, la respuesta a la pregunta inicial es negativa. La Navidad no es tan sólo un conjunto de recuerdos, buenos sentimientos e intenciones para el futuro o una de las manifestaciones religiosas y culturales más importantes de la historia. La fiesta que celebra el nacimiento del Hijo de Dios es una solemnidad, cuyo origen y sentido llenan de fe a las tradiciones las dos semanas que ponen fin a cada año.

Este nacimiento es uno de los pilares que sostiene la fe de casi 2.500 millones de personas en el mundo, es decir, el 33 % de la población global. Los cristianos fundamentan su vida sobre los hechos y vivencias que narran los cuatro evangelios. Entonces, la Navidad es, sobre todo, una manifestación de creencias, en torno a las que giran liturgias, ritos, prácticas, literatura, música, diversiones, comidas, vestimentas, regalos…

Si bien, a través del tiempo, se ha convertido en un estímulo para que los creyentes y algunos no-creyentes, sensibles con el ambiente festivo de diciembre, alcancen un mayor grado de humanidad, la Navidad celebra un hecho de fe.

Las tradiciones, en general, no son importantes ni significativas en sí mismas, sino por los principios que están contenidos en su interior. El elenco de valores que presentan las celebraciones es elevado y difícilmente superable cuando hay un fundamento que los sostiene. De ahí que, una parte de la población se identifique con el sentido profundo y humanizador que trae la Navidad. Lo negativo es que este espíritu de bondad y transformación personal se despierte una vez al año.

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