Un poco de dignidad / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



El comunismo y el socialismo del siglo XXI roban todo, eso ya lo sabemos: el dinero del pueblo, las libertades, la autonomía, la ilusión, la esperanza y hasta la vida. Y todos ellos son robos de los que en gran medida carecemos de control, es decir, poco podemos hacer para evitar que nos los arrebaten. Al ser gobierno, ellos tienen la sartén por el mango, esa es la triste realidad.

Sin embargo, hay un robo revolucionario que sí podemos evitarlo, ese sí depende enteramente de cada uno de nosotros el permitir o no que nos lo quiten, de hecho, es, ventajosamente, el robo que ha hecho despertar a mucha gente del marasmo comunista en el que vivían, es el robo más sagrado que a persona alguna se le puede hacer en vida. Su dignidad. Perdida la dignidad, se ha perdido todo: estructura, valores, sueños, nobleza y hasta la vergüenza.

Lamentablemente a ese extremo llegaron varios gobiernos de izquierda en el mundo, a hacer que su pueblo pierda completamente la dignidad. Aquí en el Ecuador, algunos aún sacan a relucir las carreteras, construidas con sobreprecio, pero niegan las abrumadoras pruebas de corrupción. Eso también es no tener dignidad. En Cuba, mataron la ilusión de vivir a millones de cubanos, pero aún muchos de ellos endiosan a Fidel. Eso también es no tener dignidad. En Argentina, dejaron un país destrozado, se robaron la plata a raudales, y los vuelven a elegir. Eso también es no tener dignidad. En Bolivia, violan la Constitución para reelegirse con evidente fraude, y aún hay gente que grita “golpe de Estado”. Eso también es no tener dignidad.

Todos estos casos y muchos otros de robo de la dignidad a un pueblo, son ruines y desalmados. Pero lo que ahora mismo sucede en Venezuela con motivo de celebrar la navidad, a más de indigno es miserable. Entregar a un puñado de venezolanos (ni mendigos ni pordioseros) como caridad, carne de cerdo tirada -literalmente- en las calles y veredas, y ver las caras de felicidad de quienes las reciben saludando y agradeciendo a Chávez y a Maduro, realmente es triste.

Hay gente muy pobre que enaltece su condición con dignidad, pero también hay gente de clase media indigna. Esta última, que prefiere arrodillarse a recoger migajas y agradecer el gesto, antes que enfrentar con coraje y determinación al tirano, tal como lo hizo Jesús con los mercaderes, son los que verdaderamente dan lástima. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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