Un mundo maravilloso / Lic. Mario Mora Nieto

Columnistas, Opinión

De vez en cuando viene bien abrir el baúl de los recuerdos y desempolvar viejos documentos llenos de historia y añoranzas.

            De pronto nos encontramos con apuntes de la cátedra zoológica en la Universidad Central, impartida por el sabio maestro doctor Gustavo Orcés a quien le apasionaba, por supuesto, el maravilloso mundo de Galápagos y sobretodo, la presencia del científico Charles Darwin al efectuar sus estudios a bordo del “Beagle” (una embarcación de estudios ecológicos alrededor del mundo), en su afán de reafirmar su “Teoría de la evolución de las especies”.

            Poco después de haber terminado sus estudios en Cambridge, Charles Darwin fue invitado a embarcarse en el “Beagle” en un viaje de exploración científica. Era diciembre de 1831. Recorrió las costas occidentales de África, para luego tomar rumbo hacia América del Sur por mares tranquilos y soleados.

            Ya en las costas argentinas efectuó una serie de investigaciones, sobre todo de fósiles de animales prehistóricos comparándolos con los encontrados en otras latitudes del planeta, puesto que algunos restos que Darwin descubrió en las llanuras sudamericanas de Argentina eran muy parecidos a los fósiles conocidos hallados en la América del Norte.

            Poco después de su visita a la Argentina, el “Beagle” se internó en las tempestuosas aguas de la Tierra de fuego en el extremo austral de América del Sur, para dirigirse luego hacia el norte del Pacífico.

            Ya para finalizar el viaje de cinco años, Darwin coronó sus observaciones estudiando la singular vida animal de las islas Galápagos ubicadas, a unos 1.000 Km, al accidente del Ecuador.

Su primera impresión fue encontrarse con dos enormes tortugas, de más de 80 kilos cada una, ambulando por un caminillo bien marcado. Darwin supo después que las Galápagos era la residencia original de esas tortugas. En ninguna parte del mundo se desarrollaba ninguna especie semejante.

            Darwin exploró durante cinco semanas las islas Galápagos. Sus tierras bajas son neblinosas y secas, pobladas de cactus y opuntias, pero su interior está lleno de vegetación, abundan las aves y los reptiles, aunque hay pocos insectos y sólo dos mamíferos: una pequeña rata y un murciélago.

            Sin duda, las aves era lo más notable en las islas. Encontró 26 especies; pero, lo que más le llamó su atención fueron los pinzones, de los cuales descubrió 13 variedades, todas de la misma especie, cada una de las cuales tenía diferente tamaño, plumaje y pico, aunque básicamente eran semejantes. La evolución había producido sus diferencias, aunque todas habían partido de un antepasado común. Básicamente encontró pinzones insectívoros y herbívoros; destacando, entonces, la influencia del medio ambiente sobre las características físicas y fisiológicas de las especies.

            Así afirmó su teoría de la evolución de las especies. “Sólo los más aptos sobreviven; los menos aptos, perecen”. (O)

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