Tratamiento desde el alma / Juan José Quesada Revelo

Columnistas, Opinión

En 1890 Freud publicó un texto muy temprano en su extensa obra, denominado “Tratamiento psíquico” (tratamiento del alma). La palabra psique viene del griego y significa alma, por consiguiente, el autor desde un inicio aclara que la nominación de este texto podría entenderse equívocamente como tratamiento de los fenómenos patológicos de la vida anímica, pero en realidad hace alusión a un tratamiento desde alma de las afecciones anímicas y corporales.

El principal recurso para este tratamiento es la palabra y el lector podrá exponer su escepticismo de una manera muy justificada cuando referimos que a través de este recurso se puede tratar las afecciones anímicas (psíquicas) y más aún, las afecciones corporales. Freud advierte este dilema, sabiendo que podríamos pensar que le atribuimos a las palabras la cualidad de ensalmos (en parte cierto) y añade que las palabras de nuestro hablar cotidiano no son más que ensalmos desvaídos.

Referir que las palabras de una persona o del psicólogo son ensalmos quiere decir que se les puede atribuir un poder mágico y curativo. Afirmación que hoy en día puede parecer escandalosa. Por otra parte, decir que las palabras del habla cotidiana son ensalmos desvaídos nos indica que la comunicación en el sentido ordinario del término no es más que una interacción sin mayor impacto para la psique de sus interlocutores.

Actualmente es notable la profunda desconfianza que tenemos en las palabras y más pareciera que la autoestima de algunas personas se nutre al demostrar que no pueden ser engañadas por los demás. Habrá que analizar la manera en que esta realidad afecta a las expectativas que las personas puedan tener sobre los psicólogos al acudir a terapia.

Sin embargo, en un sentido amplio, pensemos que por más naturaleza insulsa que tenga la comunicación humana, deberíamos buscar en las interacciones sociales el valor transformador de las palabras; por un lado, implica confianza en los demás y por otro, resulta ser un acto de bondad: decir algo que le haga bien al otro. Labor claramente difícil.

De ninguna manera se pretende promover una “experiencia reveladora” en todas las interacciones sociales, pero si hay que partir de un espacio reflexión, pues, si no tenemos la pericia de asimilar las palabras que merecen ser escuchadas y de expresar las palabras que merecen ser dichas, ¿en dónde está nuestra condición de humanos?

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