Tiempo, espacio y muerte / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Los relojes nos marcan horas, minutos, segundos, el tiempo parece correr y moverse, pero como decía Einstein: “es superficial y sin valor absoluto todo lo que ocurre con el tiempo lineal. La idea misma del tiempo-espacio es relativa”. Igualmente, el envejecimiento, atado al espacio y al tiempo, es tan lineal que sólo depende del antes, del después y de la situación del observador. El tiempo parece arrastrarse a ratos y volar otras veces, eso quiere decir que cada uno de nosotros tiene un dominio personal sobre su sentido del tiempo. A veces decimos: ¡No tengo tiempo! ¡Llegó la hora! ¡Se está acabando el tiempo! ¡Cómo vuela el tiempo! ¡Te amo tanto que el tiempo se detiene! Es decir depende del estado del yo, es un espejo. Los que no tenemos tiempo para nada acabaremos con enfermedades cardíacas, hipertensos y con mucho agobio por la frustración y la hostilidad. Si a una persona que realiza una actividad cualquiera normalmente en dos minutos sin saberlo, le presionamos diciéndole: ¡tienes dos minutos para hacerlo! Generará tanta tensión que alterará su conducta, actitud y consecuentemente sus reacciones fisiológicas sin poder hacer dicha actividad en ese mismo tiempo. La presión del tiempo tiene características de amenaza, de desafío, sacándonos de control  o creándonos un estado de dominio.

Mucha gente siente la presión de su “fecha de vencimiento” (muerte) generando una grave y amenazadora pérdida de serenidad. Pese a que la muerte existe, no debemos sentir presión de tiempo por su advenimiento. La vida no es una carrera inexorable sino un florecimiento que experimentar interiorizándose con ausencia de tiempo.

“Gracias” a intereses de consumo mercantilista y de monopolio, nuestro perfil es eminentemente mecanicista y escéptico, consecuentemente esto nos sonará puramente subjetivo, pero sépase que dentro de nuestras células se producen constantemente acontecimientos que desafían al tiempo lineal. El ADN celular opera simultáneamente en el pasado en el presente y en el futuro (del pasado quizás sólo toma la milmillonésima parte de su base total de datos). La calidad de nuestro envejecimiento dependerá de cómo metabolicemos nuestras experiencias. Al tiempo mal “metabolizado” en Oriente lo califican como “el enemigo psicológico del hombre” que destruirá su vida orgánica, ya que no siempre tenemos la capacidad de elegir entre hacer o no del tiempo, nuestro enemigo. Nuestra imagen la creamos en función de experiencias, de miedos, de sufrimientos, de arrepentimientos, de expectativas y de fracasos pasados. Ansiamos nuestra seguridad material pero nunca nos satisface porque no nos da felicidad, ya que mientras más tenemos, más queremos… más nos endeudamos. Nos dejamos consumir por los “plazos fijos”, por el “éxito” de un modo casi patológico con poca noción del verdadero significado del esfuerzo, malgastando nuestra vida atrapada en pensamientos estresantes ligados al tiempo. 

Lo atemporal son los objetivos internos, el sentir felicidad aquí y ahora con auto aceptación y creyendo siempre que el tiempo es abierto y abundante, y que lo que hacemos es pensando en el bien de todos los que nos rodean, o al menos sin hacer daño a nadie. Vivir sin miedo a la muerte, agradeciendo a la soledad, mientras que otros la temen o la maldicen, desarrollando la capacidad de saber quiénes somos en realidad alejándonos del ego enfermizo y sin sucumbir  en nuestro limitado “yo”. (O)

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