Sentirse libre, nunca fue tan difícil… / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

A diario nos encontramos con una suerte de latigazos y bozales expuestos y colocados a los individuos que cometen la equivocación de abrir la boca, aunque tengan la razón. 

En otros casos, apenas si les está permitido a “algunos”, respirar y hacerlo fuera de micrófonos, porque su resuello puede sonar a disconformidad con las “tesis mayoritarias dispuestas por el líder” y en esa virtud, alterar el avispero y dar pie a interpretaciones antojadizas de quienes pululan en derredor de la noticia. 

Ahora, esas líneas, ya tienen más de un grupo en seguimiento. 

Convencidos que la estrategia de acallar la voz de sus adeptos, es la mejor vía para consolidar la fuerza política “aunque no estén de acuerdo” con los mandatos preestablecidos por el liderazgo autoritario; se han dado a la tarea de reactivar esa práctica política de la más baja ralea, para intentar conservar un número importante de votos, que dejen notar “el respaldo” a las tesis pactadas o preestablecidas y ávidas de ratificación. 

Entonces se han sucedido presentaciones y exposiciones, reuniones y llamadas de atención, tanto como publicaciones y comunicados que, sutilmente, pero con la fuerza que impone el ejercicio del autoritarismo, se convierten en el mecanismo idóneo para conculcar la libertad individual y ni se diga, el derecho que le asiste al ser humano, como integrante y parte consustancial de una sociedad supuestamente democrática y, por ende, deliberante, a dejar escuchar la voz de su pensamiento. 

A diario también se exhiben los derechos humanos y se insiste, hasta la saciedad, en su respeto. En la práctica, se pone en marcha con la excepción direccional positiva de esa atención: a “los más débiles, a los de mayores carencias, a los más vulnerables, a los que tienen menos oportunidades, a los delincuentes de poca o mucha monta y hasta a los victimarios de arma o tinta” pero jamás o casi nunca, en favor de las víctimas de aquellos que, detenidos e incluso sancionados por sus fechorías y crímenes, más temprano que tarde, con inusuales acciones de protección, son liberados como por arte de magia y, quienes así lo hacen posible, apenas si llamados la atención “temporalmente”. 

El des balance es injusto. La mirada miope y la acción insuficiente y sesgada, no favorece la adopción de posiciones serias, ciertas y democráticamente aceptables.

En esas condiciones: ser libre y sentirse libre, sin más ataduras que la propia conciencia, resulta un asunto no sólo difícil, controvertible, sino un imposible, más aún, en un ambiente social cargado de inequidad y favoritismos, con pretensiones atinentes y engarzadas a lo que denominan el nuevo orden mundial, en el que prima el culto a la personalidad, y la tendencia a la evolución del ser (si así puede llamarse) a la tarea de percibirse “diferente” a lo que en realidad se es -por naturaleza o nacimiento- y forzar a que los demás -sin verlo- supongan y refieran que si es así, para no ofender a esa percepción.

A primera vista, la deformación vital, lleva aparejado un comportamiento social disfuncional que felizmente, sus aristas y su estructura -vendible para el mercado- no ha logrado aún incursionar con la fuerza, totalitarismo y expectativa generada por sus artífices e impulsores. 

Ser y sentirse libre no solo es cuestión de decisión, es un asunto de oportunidad y de vida.Nunca paramos de aprender. (O)

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