Salvadores y salvadores / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

En mi ultimo viaje al exterior tuve en el asiento vecino a un pastor norteamericano que no perdió tiempo en iniciar su perorata partidista a favor de su secta. Cuando se convenció que en el campo teológico mis convicciones eran sólidas, renunció a su táctica de ventas. Luego cruzamos opiniones sobre el sinnúmero de “empresas” salvadoras de almas perdidas.

El pastor recorre el continente, inspecciones países donde ya tiene sucursales, y otros en los que espera conseguir algún adepto importante que acepte iniciar campañas dirigidas a conquistar ovejas descarriadas, porque su secta es la única fidedigna. “Las demás son empresas comerciales cien por ciento. Muchas tienen gran poder económico por acumulación de miles de donaciones ingenuas.”

Otra curiosidad del encuentro fue su explicación sobre lugares de reunión de sus fieles. “Nosotros no necesitamos comprar terrenos ni construir templos ni salones. Arrendamos locales esporádicos: el salón de actos de una escuela, un galpón, un garaje, un teatro, un patio, cualquier espacio que permita aglomerar gente desesperada por escuchar y asimilar la prédica cristiana.”

“En un solo domingo vuelo a tres ciudades de los Estados Unidos. No queda tiempo para el saludo de antaño, dar la mano a los creyentes, o expresar algún consuelo cristiano, individual. Aquella relación personal está definitivamente cancelada por escasez de tiempo.”

Las sectas -más de cinco mil-, tienen un equipo de agentes que se movilizan día y noche, anticipadamente, de pueblo en pueblo, de pueblo. De acuerdo con el riguroso itinerario promocionan la llegada del predicador estrella. Promoción similar a la de cualquier artista o candidato político. El mundo está desbordado por gente desesperada.

Hay libros y autores que opinan que la invasión de sectas no es otra cosa que colonización política, originada en América del Norte, desparramada río abajo hasta Tierra del Fuego, con mayor intensidad desde el siglo diecinueve. Colonización que da lugar al siguiente cuestionamiento: ¿No constituyen todas estas sectas una estrategia de control político-económico-social destinado a mantener sosegados a los pueblos tercermundistas, resignados a sus suerte, a su pobreza; obnubilados por ofertas celestiales al por mayor?

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